“El artista se tiene que fundir con la materia de su arte.” (Mateo Hernández en “Mil ojos esconde la noche” de Juan Manuel de Prada). Tildarse uno mismo de artista es demasiada presunción, pero como amante de la montaña, lo que nos llena es fundirnos con la materia de nuestra pasión: la montaña.
Nuevamente el Parque Natural de la Sierra de Espadán va a ser el escenario de nuestra ruta de la semana y que va a contribuir una vez más a "fundirnos" con esa materia de nuestra pasión que es disfrutar de la montaña. La ruta nos lleva desde Veo hasta Alcudia de Veo siguiendo el GR-36 y desde aquí hasta la población de Aín por senderos y caminos no homologados, para volver de nuevo a Veo por el GR-36.
Nos presentamos en Veo, pequeña pedanía de Alcudia de Veo, para empezar la ruta de hoy.
Nos recobe este panel cerámico típico de las poblaciones de la Mancomunidad Espadán-Mijares.
Llegamos justo“…en el preciso instante en que los gatos dejaban de ser pardos.” (“La prueba del laberinto”, Fernando Sánchez Dragó). Veo descansaba todavía y el silencio reinaba en la población.
Antes de iniciar la ruta nos hicimos la habitual foto de inicio. De derecha a izquierda, Emilio Romero, Rafa Lafuente y un servidor.
El tapiz confería un ambiente navideño al lugar.
Nos ponemos a caminar por la carretera, dirección Alcudia de Veo, unos cien metros.
Llegamos hasta el poste que marca el inicio de la población y seguiremos el sendero que nace junto a él aprovechando el trazado del GR-36 y que nos llevará hasta Alcudia de Veo.
El camino avanza entre campos la mayoría abandonados.
Vemos en el suelo restos de empedrado que nos habla de su uso como camino antiguo de herradura.
El sendero, tras setecientos metros, nos saca de nuevo a la carretera.
(foto de Emilio Romero)
Salimos justo enfrente del cementerio de Alcudia de Veo.
“¡A cuántos triunfos tienes que
renunciar, pobre Platero!¡Tu vida es tan sencilla como el camino corto del
cementerio viejo! (J.R. Jiménez, “Platero y yo”)
Avanzaremos ahora, con precaución, unos seiscientos metros por carretera.
Apenas hemos entrado en la población, siguiendo el GR-36, giramos hacia la izquierda a la altura del Hostal Pico Espadán (en la actualidad permanece cerrado).
Descendemos por un bonito sendero empedrado.
Nos separamos unos metros para visitar las ruinas, comidas por la vegetación, de un antiguo molino, el Molinet.
Desde el molino, dejaremos el GR-36 para descender al cauce del río Veo.
Encontramos esta acequia que hemos de salvar bajando unos escalones que nos vuelven a dejar en el sendero.
Estos son los escalones por los que tuvimos que descender. Aunque no lo creáis, nos entretuvo unos minutos porque nuestras rodillas ya no tienen la agilidad que tenían años atrás y hemos de hacer las cosas con cuidado.
Este tramo de sendero no está muy pisado. Tiene abundante vegetación que evidencia la humedad y el agua que ambientan este paraje. No se avanza mal, pero no es un sendero en unas condiciones óptimas.
(foto de Emilio Romero)
En algunos de los campos abandonados encontramos la evidencia de que la noche fue fría. La escarcha es más que evidente, como puede verse en la afoto.
"Hay canas en mi cabeza; hay en los
prados escarcha;
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan."
Rosalía de Castro
Además de la exuberante vegetación, un desprendimiento corta el sendero y nos obliga a superarlo de una manera poco ortodoxa tal vez.
Y poco más adelante, otro obstáculo: un gran pino caído en medio del camino.
(foto de Emilio Romero)
El campo estaba revestido de multitud de matas de Vincas como la de la foto. Es una flor curiosa, muy bella y sencilla, sin artificios y que parece reflejar una luminosidad especial.
"Mira esa lenta nube, mira esa flor lozana,
mira el agua del río que murmura a tus pies...
Pero piensa en lo poco que va a quedar mañana
de todo lo que hoy ves."
José Ángel Buesa
Bajábamos hacia el cauce del río Veo y comprobábamos cómo la escarcha cubría la vegetación.
(foto de Emilio Romero)
"Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río."
Amado Nervo
El cauce del río Veo estaba seco.
(foto de Emilio Romero)
Cruzamos el cauce seco y seguimos el sendero.
Llegamos a esta pala que nos dirige hacia la cueva del Toro y seguimos por aquí.
El sendero nos lleva hasta el arroyo del barranco del Barandí, que sí llevaba agua.
Cruzamos el arroyo aquí y dejamos el camino a la cueva del Toro.
(foto de Rafa Lafuente)
Desde el arroyo nos espera una fuerte subida por un sendero con gran desnivel que nos hará ponernos las pilas y agitará nuestra respiración.
Otra Vinca nos hace detenernos. La belleza no está exenta de sencillez.
¡Qué pura, Platero, y qué bella esta flor del
camino! Pasan a su lado todos los tropeles- los toros, las cabras, los potros,
los hombres-, y ella, tan tierna y tan débil, sigue enhiesta, malva y fina, en
su vallado solo, sin contaminarse de impureza alguna.
La subida nos hace concentrarnos y nos invita a la reflexión.
“Saber envejecer es la obra
maestra de la vida, y una de las cosas más difíciles en el dificilísimo arte de
la vida” (Henri-Fréderic Amiel)
Como la subida es dura, de vez en cuando toca hacer una parada para retomar el aliento y de paso disfrutar del entorno. En una de esas paradas, atisbamos los restos del castillo de Alcudia de Veo situado en una colina que tenemos frente a nosotros.
Además de empinada, la senda muestra un terreno sumamente descarnado y resbaladizo con mucha piedra suelta que nos obliga a subir con precaución.
Una florecilla de diente de león también nos hace detenernos. El amarillo chillón de sus pétalos es un reclamo difícilmente eludible. Pensamos cómo algo tan sencillo y delicado puede crecer en un lugar tan inhóspito.
"Orgullo de la enramada,
blanca y leve florecilla,
más que todas delicada,
y más que todas sencilla."
Carolina Coronado.
El sendero de subida tiene aproximadamente un kilómetro hasta desembocar en el camino de la Peña de la Campana. En ese corto trayecto salvamos un desnivel de doscientos metros, lo que habla de la verticalidad de la senda.
En la fotografía se puede apreciar el mal estado de algún tramo de la senda, en muchos casos surcados por grandes surcos de bicicletas todoterreno ayudado por el agua de llevias torrenciales.
El kilómetro de subida se nos hace eterno. No acabamos de ver el final. Nuestra reflexión continúa.
“La vida es un ligero sueño que se disipa.” (Napoleón
Bonaparte)
Por fin, pocos metros antes de salir al camino, llegamos a un terreno algo más horizontal que nos permite relajarnos un poco. Lo peor ya ha pasado.
En este punto salimos al camino de la Peña de la Campana. Por aquí pasamos hace tres semanas realizando otra bonita ruta (pinchar aquí para verla).
Frente a nosotros, un milagro de la naturaleza. Un almendro, en un campo abandonado, completamente en flor en pleno mes de diciembre apenas comenzado el invierno.
"Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores."
Juan Bautista Arriaza
La belleza de la flor del almendro es indiscutible.
"A la primera luz que al viento mueve,
trágico ruiseñor en la ribera,
joven almendro erró la primavera,
y, anticipado, a florecer se atreve."
Lope de Vega
Ahora toca bajar y dirigirnos hacia Aín. (foto de Emilio Romero)
Frente a nosotros, la Peña Pastor.
A nuestra izquierda, el pico Batalla. Ambas cimas flanquean la población de Aín y son dos emblemáticos referentes.
La bajada es cómoda, además de permitirnos recibir la agradable caricia del sol.
(foto de Emilio Romero)
El camino se convierte en sendero y cruzará el barranco del Picaio antes de salir a la carretera CV-223.
Su empedrado nos cuenta historias antiguas de los pies que trasegaron por ellas, historias de todo tipo que dejaron huella en estas piedras.
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
León Felipe
Apenas cruzado el barranco del Picaio, salimos a la carretera que seguimos hacia la izquierda dirección a Aín.
De camino a Aín, apenas medio kilómetro, vemos la tapia del cementerio y al fondo la reconocible Peña Pastor.
Acercamos con zoom las antenas, no muy visibles, de la Peña de la Campana que visitamos hace tres semanas como comenté antes.
Antes de entrar en la población pasamos por el aparcamiento que se encuentra en la entrada.
El panel cerámico, que como el de Alcudia de Veo, indica que Aín pertenece a la Mancomunidad Espadán-Mijares.
Y llegamos a la silenciosa y umbría plaza José Sorribes, donde se ubica el Ayuntamiento.
Esta ruta, además de por su corta distancia, tiene el plus de permitir detenernos a almorzar en Aín. Eso nos dispusimos a hacer, recuperar las fuerzas derrochadas para volver a Veo.
Reponer fuerzas es importante. (foto de Emilio Romero)
Aquí veis lo que almorzamos.
Plaza Nueva.
Tras el almuerzo, proseguimos con la ruta. Ahora toca regresar a Veo. Lo haremos por el tan transitado por nosotros GR-36.
Salimos de Aín dsifrutando de ese maravilloso entorno rural del pueblo más bonito de Espadán.
“Ahín tiene el viejo encanto de
esos pueblecitos evocadores de una larga historia, situados en rincones
privilegiados, muy aptos en verano para el reconfortante descanso y el contacto
con el límpido aíre lleno de esencias silvestres que matiza la enriscada y
solemne sierra Espadán. Con sus casas blancas. Ahín es eminentemente veraniego,
acicalado de chalets de armonioso porte.” (Luis Gispert, “ Caminando por la
sierra de Espadán”)
Cualquier puerta, por sencilla que sea, guarda detrás uno, o muchos, secretos de sus moradores. Las puertas separan nuestra casa del mundo y a la vez nos permiten asomarnos al exterior. Tienen para mí un encanto por ese halo de misterio y silencio que representan.
Salimos de Aín a la carretera, que seguimos dirección a Eslida.
(foto de Emilio Romero)
Tras doscientos metros por carretera, la dejamos en este punto para seguir el sendero que sale por la izquierda y que coincide con el GR-36 y el GR-333.
Inicio empedrado del sendero.
El sendero atraviesa la zona de corrales y eras de Aín, la mayoría de ellos en ruinas.
Mirada hacia atrás. Aín y la Peña Pastor. (foto de Rafa Lafuente)
El sendero sale al antiguo camino de Aín a Onda.
Primer cruce que nos encontramos y que seguiremos por la derecha.
Y mi compañera de fatigas, siempre fiel, conmigo a todas partes.
"La sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.
¡La sombra de mi alma!"
Federico García Lorca
Alcanzamos el collado de Veo. Aquí nos desviamos a la izquierda abandonando el Camino de Onda y siguiendo el GR-36 y 333.
Una de las cosas que más valoro de la montaña es el silencio. El silencio es una de las cosas que más añoro en el día a día. En la montaña lo encuentro y lo disfruto.
"Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo."
En este cruce hacemos un giro hacia la izquierda que nos llevará por una preciosa y zigzagueante senda hasta Veo. Siguiendo por la derecha podríamos ir a Benitandús o bien a Tales.
Hacía tiempo que no captábamos una mariposa. Hemos tenido ocasión de hacerlo en esta ocasión.
Se trata de una mariposa saltacercas calentándose al sol.
"Tras una mariposa,
cual zagalejo simple,
corriendo por el valle
la senda a perder vine."
Seguimos descendiendo por el bonito sendero, rodeados de un tupido bosque. (foto de Emilio Romero)
"Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo."
Vicente Gerbasi
Elsendero serpentea por la ladera de la montaña para dejarnos en el cauce del río Veo.
(foto de Rafa Lafuente)
La cercanía de Veo es evidente. Aquí lo tenemos apareciendo entre las hojas de los pinos.
El último tramo de sendero es muy húmedo. Prácticamente no recibe los rayos del sol y la vegetación es abundante.
Al llegar abajo, nos desviamos unos metros para ver la fuente de la pistola. No mana agua.
"Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;
Ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.
Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
Le recuerda al sediento el horror de la muerte."
Rosalía de Castro
Volvemos sobre nuestros pasos, cruzamos el cauce seco del río Veo y enfilamos la subida a Veo.
Mientras caminamos los últimos metros de ruta, reflexionamos sobre lo divino y lo humano.
“La sencillez consiste en hacer el viaje de la vida llevando
sólo el equipaje necesario.” (D. Charles Warner)
El último tramo transcurre por un bonito sendero empedrado entre campos de cultivo, la mayoría de ellos sin trabajar.
Campos sin cultivar ne la huerta de Veo. Una pena, pero el "progreso" tiene estas cosas.
Salimos a la carretera al inicio de Veo, donde comenzamos esta mañana.
Ya tenemos a la vista el final de la ruta. Ahora el sol brilla en todo lo alto y la luz se ha apoderado del ambiente. Damos por finalizada esta completa ruta por Espadán.
Nada más bonito para finalizar la ruta que esta rojísima flor de hibisco que se despidió de nosotros de forma muy cariñosa.
“Esta flor vivirá
pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno. Será su vivir como un
día de tu primavera, como una primavera de mi vida.” (J. R. Jiménez, “Platero y
yo”)
Aquí terminamos otra ruta en la que como apasionados senderistas (que no artistas) nos hemos fundido con la materia de nuestra pasión, la montaña, tal y como lo debe hacer el artista con la materia de su arte según decía el personaje de Mateo Hernández en "Mil ojos esconde la noche".
0 comentarios:
Publicar un comentario