ALCUDIA DE VEO: VEO, BENITANDÚS, FTE. DEL ALCORNOCAL, CASTILLO DE ALCUDIA (16/12/2023)
“Cuando
salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se
trata la tormenta.” (Haruki Murakami”). Nuestra tormenta es la montaña y es muy cierto que cada vez que terminamos una de nuestras rutas no somos la misma persona que entró en ellas. Algo en nosotros ha cambiado para siempre. De eso se trata ...la montaña.
En esta ocasión nos fuimos hasta Alcudia de Veo para realizar una entretenida ruta en la Sierra de Espadán que nos lleva desde esta población hasta la cercana Veo, Benitandús, a la fuente del Alcornocal y nos devuelve a Alcudia de Veo pasando antes por los restos del castillo de Alcudia y la fuente de San Pedro.
A primerísima hora llegamos a Alcudia de Veo. Apenas apeados del coche sentimos el casi desaparecido canto del gallo en los pueblos, que nos recibía a modo de bienvenida.
El gallo canta... Y la mañana impía
despierta con su luz a los humanos,
haciéndoles trocar delirios vanos
por el forzoso afán de un nuevo día.
Pedro Antonio de Alarcón
Con apenas cinco grados de temperatura posamos para la foto de inicio. A la derecha Emilio Romero, a la izquierda un servidor.
Callejeamos por las silenciosas calles de Alcudia, apenas rompiendo el silencio con nuestros pasos para no interrumpir el sueño de los durmientes. Buscamos la calle del Río que nos llevará hasta el lavadero municipal.
"Una
puerta no es igual a otra nunca: fijaos bien. Cada una tiene su vida propia.
Hablan con sus chirridos suaves o broncos; tienen sus cóleras que estallan en
recios golpes; gimen y se expresan, en las largas noches del invierno, en las
casas grandes y viejas, con sacudidas y
pequeñas detonaciones, cuyo sentido no comprendemos.” (Azorín, “Las confesiones
de un pequeño filósofo”)
Llegamos al lavadero y nos asomamos a su interior.
Bajamos junto al lavadero y encontramos una acequia por cuyo borde iremos caminando unos metros.
(foto de Emilio Romero)
A nuestra izquierda, unos metros más abajo, el río Veo.
Caminaremos con precaución de no caer.
La acequia desemboca en un gran estanque que recoge las aguas de la acequia y que se utiliza para regar las huertas cercanas.
Salimos del estanque abriendo una puerta que lo cierra y que dejamos cerrada de nuevo al salir.
Salimos debajo del puente que salva el río. Vamos a buscar el GR-36 que seguiremos hasta el collado de Veo. (foto de Emilio Romero)
Junto al hostal Pico Espadán cogemos el GR-36 que en este primer tramo transcurre también por una acequia de riego. Este tramo entraña cierto peligro pero lo podemos evitar siguiendo la carretera en dirección a Veo. En nuestro caso hemos hecho ambas cosas en diferentes ocasiones. Esta vez decidimos seguir la acequia.
Antes de entrar en la acequia seguimos un camino empedrado que va a las huertas.
(Foto de Emilio Romero)
Bajamos unos metros y nos desviamos apenas unos metros para asomarnos a las ruinas de un antiguo molino.
El molino aún conserva en su entrada una de sus muelas.
Desde aquí empezamos a seguir la acequia.
El borde de la acequia es estrecho y en algunos puntos está algo descompuesto lo que conlleva alguna dificultad para caminar por él.
Por otro lado, en bastantes tramos, a nuestra derecha, existe una altura considerable en su mayor parte cubierta con zarzas y maleza lo que hace que en caso de caída podamos lastimarnos.
Tras aproximadamente quinientos metros abandonamos la acequia y seguimos el sendero...
...que nos saca a la carretera CV-223 que seguiremos por la derecha hacia Veo.
Seguimos hacia Veo y a nuestra derecha vemos la Peña Pastor que visitamos hace unas semanas.
Llegamos a la entrada de Veo. Esta población es una pedanía de Alcudia de Veo. No entramos en ella sino que nos desviamos junto a este poste direccional siguiendo el GR-36.
Vista general de Veo.
El camino lleva a los campos que circundan la población.
Encontramos en un campo esta preciosa rosa que aguanta esta fría mañana de diciembre.
"El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo."
Nicolás Guillén
El camino baja entre campos, unos cultivados y otros dejados de la mano de Dios.
Cruzamos un camino cementado que seguimos de frente hacia el cauce del río Veo.
Las bajas temperaturas de la madrugada se reflejan en la escarcha que cubre este campo.
"Hay canas en mi cabeza; hay en los
prados escarcha; mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula, con la eterna primavera de la vida que se apaga y la perenne frescura de los campos y las almas, aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan."
Rosalía de Castro
La escarcha en esta enredadera dejó esta estética imagen.
En esta tabla de un palé que hace de valla del campo se puede apreciar también la escarcha,
"Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río."
Amado Nervo
Seguimos bajando hacia el cauce del río por un bonito camino empedrado y rodeado de abundante vegetación. (foto de Emilio Romero)
Llegamos al punto del cauce por donde hemos de cruzar. El río en este punto aparece seco, sin agua, por lo que cruzamos cómodamente su cauce. (foto de Emilio Romero)
Como una lucecita aparece esta tierna florecilla que resalta por su palidez entre el verde de las hojas. ¿No vale la pena detenerse por unos instantes?
Orgullo de la enramada,
blanca y leve florecilla,
más que todas delicada,
y más que todas sencilla.
Carolina Coronado
Tras cruzar el cauce del Veo emprendemos una bonita subida por el antiguo camino de Veo a Aín.
(foto de Emilio Romero)
El camino, como camino ancestral, conserva bastante bien su empedrado y su sinuoso trazado.
Piedras que tantas historias vieron pasar sobre ellas y hoy en el olvido.
El sendero está bien trazado, pero nos obliga a subir unos doscientos metros de desnivel en un kilómetro escaso, por lo que hemos de esforzarnos un poco.
El sendero no tiene desperdicio y el esfuerzo queda amortiguado por la belleza del entorno y el silencio que nos envuelve.
"¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!"
Fray Luis de León
Llegamos al colado de Veo, donde un nutrido poste direccional marca la bifurcación. Aquí dejaremos el GR-36 para seguir por la izquierda hacia Benitandús siguiendo el PR-CV 140. En la página de la FEMECV donde aparece el estado de los senderos homologados comprobamos que en estos momentos el sendero se encuentra cancelado temporalmente.
El camino a Aín sigue por la derecha, que nosotros obviamos por no ser nuestro objetivo de hoy.
El sendero hacia Benitandús tampoco tiene desperdicio.
“A mí me gusta más la sombra de los árboles,
porque tiene manchitas de sol y además se mueve.” (Beatriz en “Primavera con una esquina rota” de Mario Benedetti)
El sendero nos deja en otra bifurcación de caminos. Por la derecha iríamos a Tales.
A Benitandús hemos de seguir por la izquierda siguiendo el PR-CV 140.
Pues justamente esta piedra grande en la encrucijada nos vino estupenda a modo de mesa para almorzar un poco.
Momento necesario del almuerzo en nuestras rutas para reponer fuerzas, que cada vez menguan por motivos obvios. (foto de Emilio Romero)
Tras el almuerzo seguimos nuevamente ahora en subida de nuevo hasta el collado de la Basseta.
Los caminos, los viejos caminos, hacen revueltas
y eses entre los bancales. Viejos caminos, caminos angostos y amarillentos
¿cuántas veces nos han llevado de niños por vosotros?¿Cuántas veces, ya
hombres, hemos ido por vosotros, y por vosotros hemos llevado nuestra tristeza,
nuestras ansias y nuestros desengaños? (Azorín, “Castilla”)
Antes de llegar al collado vemos los restos de los corrales de la Basseta.
En el collado de la Basseta salimos a una pista, pero no la vamos a seguir de momento sino que seguiremos un sendero que sale frente a nosotros y que nos dejará en la pista pero más abajo, atajando un buen tramo de pista.
Una densa pinada nos envuelve. En lugares así una magia especial se respira en el ambiente y nos invita a imaginar cosas.
“Es que el bosque tiene ruidos
extraños, modulaciones misteriosas que a veces semejan llanto de niños, a veces
risotadas de muchachas que anduvieran volando entre el ramaje.” (Conde de Laín
en “El abuelo”, Benito Pérez Galdós)
En la inmensidad del bosque no todo son grandes árboles, o carrascas, o alcornoques...también encontramos bellezas minúsculas, sencillas, pero maravillosas como esta escabiosa.
"Orgullo de la enramada,
blanca y leve florecilla,
más que todas delicada,
y más que todas sencilla."
Carolina Colorado
El sendero no deja en una pista que nos llevará hasta Benitandús.
En las proximidades de Benitandús campos de olivos, almendros y algarrobos nos acompañan en el camino.
En el trayecto pudimos disfrutar de algunos bellos ejemplares de algarrobos...
...y de olivos.
Y en las proximidades del pueblo, ¡cómo no!, de las vistas de los imponentes órganos de Benitandús tan conocidos en el mundillo del senderismo de la Comunidad.
Último cruce antes de llegar a Benitandús. Flechas direccionales no le faltan. En cuanto al PR-CV 161 he leído en la página de senderos de la federación que está cancelado temporalmente por algunas deficiencias de señalización horizontal y/o vertical o de continuidad. Nuestra dirección está clara: a Benitandús.
Enfilamos los últimos metros con esta vista de los Órganos.
A nuestra izquierda el cauce seco del río Veo a su paso por Benitandús. Por ello suponemos que el cercano embalse no debe tener mucha agua acumulada.
Entramos en Benitandús. Vamos a encontrar una serie de esculturas de hierro que representan la fauna típica de la zona. Aquí vemos una zorra.
Unas preciosas flores de este bonito color rosa son de una Podranea ricasoliana y nos dan la bienvenida.
"Rosa es tu labio; tu cintura breve
tan flexible y gentil como la caña;
de seda tu negrísima pestaña;
tu voz tan dulce cual el aura leve."
Francisco Sosa Escalante
Entrando en Benitandús (foto de Emilio Romero)
"Por las calles voy dejando
algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía
venidos desde muy lejos."
Miguel Hernández
En Benitandús también era Navidad.
Otra escultura representando una cabra montés.
Y pasamos por el centro neurálgico de Benitandús. Se trata de la plaza donde se ubica la sencilla iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.
Frente a la iglesia un arco de un edificio en ruinas se aprovecha a modo de portal de Belén.
Encontramos una fuente ya saliendo de Benitandús, antes de cruzar el puente sobre le seco río Veo.
Originales muñecos navideños con troncos de madera.
Y una escultura más. Ésta de mayor tamaño que las anteriores. Se trata de un jabalí, abundantes por estos lares.
No podía faltar una ardilla.
Cruzamos el puente y salimos a la CV-223, que seguiremos hacia la izquierda.
El río Veo a su paso por Benitandús. Ni una gota de agua.
A unos cuatrocientos metros de haber salido de Benitandús dejamos el asfalto para seguir este camino de tierra que sale a la derecha en una curva.
Este camino nos llevará hasta la fuente del Alcornocal. (foto de Emilio Romero)
"Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas! ...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—."
Antonio Machado
Precioso el camino y cómodo para caminar.
Nos llamó la atención la presencia de varios cipreses.
"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño."
Gerardo Diego
“Al
aroma de los pinos se mezcla el aroma de las sabinas, del espliego, del romero,
del enebro. En este aire sutil y fuerte de los paisajes levantinos y
castellanos, los aromas se expanden con toda su libertad, todo el paisaje es
aroma, todas las cosas que pasan por el monte, nuestras ropas, nuestros pies,
se impregnan de un sentido olor.” (Azorín, “Castilla”)
Llegamos a la fuente del Alcornocal que al menos tiene un hilo de agua.
"En el misterio y en la sombra oriundo,
¿de qué hondo abismo o ignorada
orilla surge a la luz el manantial profundo?"
José de Diego
Junto a la fuente, esta balsa que recoge el agua sobrante, que se ve con muy poca agua.
Desde la fuente iniciamos la parte más dura de la ruta con una fuerte pendiente por una senda bastante descompuesta y con mucha piedra suelta que nos va a poner a prueba. Se trata de la senda del Alcornocal. Sin duda, el tramo más duro de la ruta. Durante poco más de un kilómetro habremos de salvar doscientos cincuenta metros de desnivel positivo.
“Cerrar los ojos. Cómo quisiera cerrar los ojos
y empezar de nuevo y abrirlos después con la tardía lucidez que traen los años
pero con la vitalidad que ya no tengo.” (Don Rafael en “Primavera con una esquina rota” de Mario Benedetti)
En algún tramo, después de haber cogido cierta altura, tenemos vistas sobre parte de los órganos de Benitandús.
Tampoco se nos escapa de la mirada la silueta del pico Espadán entre esas dos laderas, que da nombre a esta bonita sierra.
La Peña Pastor y el Gurugú también están al alcance de nuestra mirada.
También disfrutamos de excelentes ejemplares de alcornoques.
Hemos de estar atentos porque en un punto de la subida hemos de dejar esta senda para seguir una que sale por la izquierda, escasamente marcada. Se trata de la senda del Rodeno. En sus primeros cien metros de recorrido, el sendero está muy difuso y se presta a confusión. Es además un tramo con sendero pisable muy estrecho e inclinado, con mucha pinocha y piedra suelta. a mí me costó un par de resbalones que no pasaron a mayores pero podían haber sido peligrosas si hubiera rodado por el terraplen.
Sendero difuso y poco evidente, en el que extremaremos precauciones.
Llegamos a un punto en le que encontramos un alcornoque centenario caído en medio del sendero y que sortearemos lo mejor que podamos. yo lo hice por arriba, sentado en su tronco. Emilio Romero por debajo casi teniendo que pasar acostado.
Una vez pasado este escolle, el sendero se hace más evidente, aunque hemos de seguir con cuidado por lo estrecho del camino y lo irregular del suelo, cubierto con muchas hojas secas que pueden provocar resbalones inoportunos.
En algún claro es también muy visible la cima del Montí.
También podemos divisar la costa.
“¡Qué azul es el Mediterráneo! En el azul del
mar, bajo el azul del cielo, se ve allá, a lo lejos, emerger el resalto de una
isla. No hay en toda la inmensidad –llana y plácida- más que dos colores, dos
matices de azul, el del cielo y el del mar. Dos colores que son uno mismo; un
mismo color de azul, con combinaciones y matices diversos." (Azorín,
“Pasos quedos”)
Entre los örganos de Benitandús y el Montí, vemos la industrial Onda. Al fondo divisamos las cimas del Bartolo y las Agujas de Santa Águeda.
El Bartolo.
Agujas de Santa Águeda.
Emilio Romero en una de las subidas que aún nos quedan.
El sendero nos deja en el colladico de Las Nieves. El poste nos marca la distancia a nuestro próximo objetivo: Castillo de Alcudia de Veo 1,3 km. allá vamos.
Ahora haremos un cresteo de unos cuatrocientos metros antes de descender hacia el castillo de Alcudia de Veo.
Más adelante otro poste nos informa de lo avanzado hasta aquí y nos dice que sólo nos faltan seiscientos metros para llegar al castillo.
El sendero va descendiendo por una senda bastante abrupta e incómoda de caminar.
El sendero nos deja a las puertas de una monumental torre defensiva. Al parecer el castillo se encuentra dentro de una propiedad privada.
Entramos en el patio de la fortaleza y recorremos los restos que quedan en pie.
El castillo se encuentra en ruinas, pero sus restos dan idea de que se trataba de una fortaleza de grandes dimensiones.
¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento con sus torres y cúpulas altivas de oro, y cristal, y argento.
Jacinto Verdaguer
Desde el borde de la montaña en la que se encarama el castillo, a unos seiscientos metros de altura, las vistas sobre el valle del Veo son excelentes y vale la pena detenerse unos minutos y disfrutar de ellas.
“Lo
repetiremos: el paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus
melancolías, sus placideces, sus anhelos, sus tártagos. Un estético moderno ha
sostenido que el paisaje no existe hasta que el artista lo lleva a la pintura o
a las letras. Sólo entonces-cuando está creado en el arte-comenzamos a ver el
paisaje en la realidad.” (Azorín, “El paisaje de España visto por los
españoles”)
Tras la visita al castillo descendemos hacia Alcudia de Veo por una empinada senda, como no podía ser de otra manera dado que era el acceso a un castillo. Bajaremos con precaución ya que hay bastantes piedras sueltas y la inclinación hace que debamos extremar las precauciones.
Emilio Romero en pleno derrape.
Hace muchas lunas que no fotografiaba una mariposa. Hoy he podido hacerlo de nuevo. Se trata de una mariposa limonera (Gonepteryx rhamni) que pasa totalmente desapercibida confundiéndose con una hoja tierna.
"Tras una mariposa,
cual zagalejo simple,
corriendo por el valle
la senda a perder vine."
Juan Menéndez Valdés
Entramos a Alcudia por la parte alta del pueblo donde se encontraban los corrales.
Bajamos y nos acercamos a la fuente de San Pedro que mana casi a ras de suelo.
Un corto paseo con un parque infantil y un área de picnic nos acerca a la población. (foto de Emilio Romero)
Sólo nos queda cruzar el puente sobre el río Veo para volver al punto de inicio que, lógicamente, también es el punto final de la ruta.
Justo en este panel terminamos esta entretenida ruta.
Una ruta más y también una menos. Así son las cuentas. Lo que suma por un lado, resta por otro. Pero como dije al principio, la montaña te hace cambiar y al terminar una nueva ruta y disfrutar de ella, jamás vuelves a ser el mismo. Algo cambió en tu interior que te impregna para siempre hasta el final de tu tiempo.
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