Paso el verano en Montanejos y habitualmente los amigos solemos hacer salidas a la montaña, bien en el término del pueblo o en pueblos de los alrededores.
Una de estas excursiones habituales es la de ir a buscar poleo de monte. Lo de encontrarlo o no es sólo una excusa para salir a la montaña y disfrutar de todo lo que nos ofrece. Este sábado hemos ido mi amigo de fatigas, desde hace muchos años, Andrés Soret de Barcelona y el autor a una zona próxima a Cedramán, pequeña pedanía de Castillo de Villamalefa (Alto Mijares), bajo las faldas del Penyagolosa y surcada por el río Villahermosa. Poleo no encontramos demasiado, pero lo que pudimos disfrutar con el paisaje y el entorno valió la pena. En las fotos únicamente podéis contemplar ese paisaje, pero evidentemente hay mucho más que en las fotos no se aprecia: la brisa que te da en el rostro oxigenando tus pulmones y tu espíritu, el rumor del agua del río que suena a música celestial, el vaivén de las ramas de los árboles, el vuelo y el canto de multitud de aves, aromas que no tienen nada que envidiar a caros perfumes: romero, espliego, tomillo, poleo, pino…,en fin, la naturaleza en toda su grandeza. No hay nada como sentarte a la sombra de algún árbol, desde lo alto de la montaña y otear el horizonte. Entonces todas estas sensaciones de las que he hablado comienzan a extasiarte y una paz infinita te invade y deseas que el tiempo se pare para seguir disfrutando eternamente de este maravilloso espectáculo. Esto no lo he sentido en ningún otro lugar, únicamente cuando subo a una montaña. ¿Sabéis ya por qué me gusta el monte?.
Una de estas excursiones habituales es la de ir a buscar poleo de monte. Lo de encontrarlo o no es sólo una excusa para salir a la montaña y disfrutar de todo lo que nos ofrece. Este sábado hemos ido mi amigo de fatigas, desde hace muchos años, Andrés Soret de Barcelona y el autor a una zona próxima a Cedramán, pequeña pedanía de Castillo de Villamalefa (Alto Mijares), bajo las faldas del Penyagolosa y surcada por el río Villahermosa. Poleo no encontramos demasiado, pero lo que pudimos disfrutar con el paisaje y el entorno valió la pena. En las fotos únicamente podéis contemplar ese paisaje, pero evidentemente hay mucho más que en las fotos no se aprecia: la brisa que te da en el rostro oxigenando tus pulmones y tu espíritu, el rumor del agua del río que suena a música celestial, el vaivén de las ramas de los árboles, el vuelo y el canto de multitud de aves, aromas que no tienen nada que envidiar a caros perfumes: romero, espliego, tomillo, poleo, pino…,en fin, la naturaleza en toda su grandeza. No hay nada como sentarte a la sombra de algún árbol, desde lo alto de la montaña y otear el horizonte. Entonces todas estas sensaciones de las que he hablado comienzan a extasiarte y una paz infinita te invade y deseas que el tiempo se pare para seguir disfrutando eternamente de este maravilloso espectáculo. Esto no lo he sentido en ningún otro lugar, únicamente cuando subo a una montaña. ¿Sabéis ya por qué me gusta el monte?.
A medida que subes la ladera, el paisaje te hipnotiza.
Cedramán (600 m.) con sus cuatro barrios: Barrio Bruno, Casa Flor, La Plaza y Los Corrales.
En primer plano podemos ver las paredes del Estrecho de la Jara, surcado por el río Villahermosa.
El Penyagolosa imponente, bello y señorial, contemplando sus dominios.
En el centro de la foto, en una especie de "V" que forma la montaña, se encuentra El Chorrador, preciosa cascada que vierte sus aguas en el barranco de El Centenar. Si el año no ha sido muy lluvioso, suele estar seca.
Otra bella imagen del Penyagolosa.
De vuelta a Montanejos decidimos hacer una visita a La Artejuela, aldea perteneciente a Arañuel, encaramada en la ladera de la montaña, como si se escurriera para abajo, abandonada hace tiempo, aunque en la actualidad viven algunas personas que han rehabilitado algunas casas y calles. Agradecí esta visita singular, ya que nunca había estado aquí después de tantos años veraneando en Montanejos. Aquí os muestro algunas fotos de lo que es hoy este pueblo semiabandonado y con muchas casas en estado ruinoso, aunque no exento de encanto.
La vieja escuela, restaurada.
Aspecto de algunas casas.
Fuente del pueblo, bajo una frondosa sombra y una fresquísima agua.
Casa en ruinas.
Rincón del pueblo.
Vista de otro rincón del pueblo.
De regreso, paramos en una masía en ruinas (¿El Molarico?) desde la que se divisaba todo el valle.
Esta es la perspectiva que se divisa desde la Masía.
Y así terminó otra salida a la montaña de las que prodigamos durante el verano, y con ganas de realizar, enseguida, otra lo antes posible.
Puedes ver todo el reportaje fotográfico en la sección "ÚLTIMA RUTA REALIZADA"
Recibe mi abrazo virtual,amigo Emilio. Esas sensaciones son fantásticas. Claro que entiendo porque te gusta el monte. Que felices somos cuando recorremos sus senderos, escuchamos el sonido del silencio, el canto de los pajaros o nos encontramos con una masía solitaria envuelta en recuerdos soterrados.
ResponderEliminarQue sigas siendo tan feliz.
Un abrazo,
Luis.
@Luis G.Gracias, Luis.Sin duda sentimos lo mismo en la montaña: unas sensaciones especiales y maravillosas que nos empujan una y otra vez a volver a ella, como si de nuestra madre se tratara(¿hijos de la Tierra?).
ResponderEliminarBuen verano. Un abrazo.
Bonita ruta y bonitos paisajes. La Artejuela tiene su encanto, y me gustaría poder visitarla pronto.
ResponderEliminarUn saludo.
MªCarmen
@An�nimo
ResponderEliminarVale, en cuanto vengas iremos a La Artejuela y a más sitios. Nos vemos hija.
Un beso.