"Castilla en ancha y plana como el pecho de un varón", decía Machado. Vamos a comprobar in situ esta afirmación recorriendo una parte de esa Castilla plana y ancha que tanto amó Machado. Aprovecharemos también varios fragmentos de la obra de Azorín (otro amante de Castilla) "La ruta de Don Quijote" para describir tramos del camino que a continuación paso a contaros.
Se trata de la quinta etapa del Camino de Levante, entre las localidades de La Font de la Figuera, en el límite de la provincia de Valencia, y Almansa, ya en la provincia de Albacete. Desde la Font de la Figuera el camino entra en la llanura castellana para, remontándola y cruzándola de parte a parte, conectar con el Camino de la Plata en Zamora y desde allí alcanzar el Santuario Compostelano.
Mi afición por "El Camino a Santiago" (en realidad no hay uno solo. Lo correcto sería decir "Los Caminos a Santiago") viene de muy largo. No en vano he realizado el Camino Francés, el Aragonés, el Vasco de Interior, el Inglés y la prolongación a Finisterre. Precisamente este hecho evidencia que aún me faltan muchos por recorrer y el de Levante es uno de ellos. Esta etapa puede ser el inicio de una nueva andadura para recorrer otro de los Caminos que nos llevan al "fin del mundo". Quién sabe...
“Yo creo que le debo contar al lector, punto por punto, sin omisiones, sin efectos, sin lirismos, todo cuanto hago y veo. “ (Azorín, “La ruta de Don Quijote”). Vamos a ello.
Iniciamos esta larga etapa (28 km) en el albergue del Camino en La Font de la Figuera. Muy pronto, como es preceptivo en el camino, estábamos preparados para iniciar la marcha Paco Álvarez, servidor y Paco Bayarri.
Tras la foto, iniciamos nuestro camino por esta subida: la Travesía del Barranc.
El recorrido está marcado con las típicas flechas amarillas que hemos visto en otros caminos, pero también veremos marcas de GR, concretamente el GR 239 como está catalogado. Esta etapa forma parte también del "Camino del Alba", que parte desde Jávea.
Esta preciosas buganvillas nos despiden y nos desean "buen camino".
Y enseguida, apenas salimos a campo abierto, uno de los emblemas del término municipal: el Capurutxo.
Apenas andamos ochocientos metros, cruzamos la autovía por una pasarela.
Y salimos a campo abierto, vamos por el camino de Los Juncarejos, donde nos encontramos con la compañía de un lugareño, aficionado a caminar y que vendrá con nosotros unos kilómetros hasta que nos deje para seguir el suyo.
El Capurutxo nos va a acompañar durante un buen trecho.
“El cielo está limpio, diáfano; no aparece ni la más tenue nubecilla en la infinita y elevada bóveda de azul pálido.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Durante todo el camino, vamos a disfrutar del intenso y primaveral rojo de las amapolas. Van a alegrarnos con su compañia durante toda la mañana, flanqueando el camino y dando color a los campos.
"Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿te quieres casar conmigo?"
J.R. Jiménez
“Mas el tiempo va pasando; unos
bancales se suceden a otros; y lo que juzgamos poblado se va cambiando,
cambiando en estos pináculos de cantos grises, desde los cuales, inmóvil,
misterioso, irónico, tal vez un cuclillo nos mira con sus anchos y gualdos
ojos…” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
El camino asciende ligeramente y pasamos por una zona con abundancia de pinos. Pero esa no será, evidentemente, la tónica del camino.
Atravesamos un barranco de apariencia impetuosa por su aspecto y sus consecuencias que apreciamos en un tramo de carretera derruido por la fuerza del agua.
Los campos de cereal van a ser una constante también en todo nuestro camino. A veces trigo, a veces, avena...
Y llevados unos cinco kilómetros, llegamos a las Casas de los Juncarejos, donde giramos a la izquierda. Son las últimas casas de la Comunidad Valenciana ya que en breve pasaremos a tierras de Albacete.
La dirección a seguir está clara, En líneas generales, el camino está bien señalizado.
Caminamos rodeados de campos de cereal que aún verdean porque aún no ha llegado el verano que hará dorar sus espigas. Las amapolas salpican el verde a modo de minúsculas gotas de sangre.
Aunque la sombra es prácticamente nula, aún el día no ha avanzado demasiado y una ligera brisa nos refresca y evita que suframos el calor. Además, el terreno llano hace que el esfuerzo sea mínimo por lo que caminamos cómodos y a gusto.
El paisaje puede parecer monótono, austero, despoblado...pero tiene su particular encanto. No nos defrauda para nada.
De vez en cuando, alguna encina aparece en mitad del campo, o junto al camino, prorporcionando algo de sombra al peregrino en caso de necesidad, lo cual se agradece.
La sombra evidencia que caminamos hacia el oeste. El peregrino siempre lleva la sombra delante y el sol detrás.
“Ya llevamos caminando cuatro horas; son las once; hemos salido a las siete de la mañana. Atrás, casi invisible, ha quedado el pueblo…" (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
"...delante destaca siempre, inevitable, en lo hondo, el azul, ya más intenso, ya más sombrío de la cordillera lejana.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Los viejos molinos que Don Quijote confundió con gigantes, son sustituidos hoy por estos otros"molinos gigantes" que generan electricidad, pero que han invadido las cimas de las montañas. No sé si el de la triste figura osaría hoy enfrentarse a tamaños molinos.
En la foto, molinos del Parque eólico Sierra de la Oliva
Alguna mata de lechetreznas intenta hacer oposición a las amapolas con su color verdegay y aunque ,ciertamente, no son tan vistosas como aquéllas, también han llamado nuestra atención.
Las hacendosas hormigas se cruzan en nuestro camino (¿o nosotros en el suyo?). Desde luego no osamos pisarlas. Generalmente bien vistas por su laboriosidad, no escapan a alguna que otra crítica.
"Para hipócrita no hay como la hormiga
queriendo hacernos ver cómo trabaja,
viene y va, vuelve, torna, sube y baja
arrastrando a las veces una miga.
Afán de logro dicen que la hostiga
y que do quiera busca sacar raja
y que deja cantando entre la paja
a la cigarra y que se va a la espiga."
Miguel de Unamuno
"Acaso en una distante ladera alcanzáis a descubrir un cuadro de olivos, cenicientos, solitarios, simétricos. Y no tornáis a ver ya en toda la campiña infinita ni un rastro de arboledas”. (Azorín, " La ruta de Don Quijote")
“Las colinas, los oteros y los recuestos se suceden unos a otros, siempre iguales, siempre los mismos, en un suave oleaje infinito; reina un denso silencio allá a lo lejos, entre la fronda terrena y negra, brillan, refulgen, irradian las paredes nítidas de una casa.” (Azorín, "La ruta deDon Quijote")
Leves, sencillas, intensas, frágiles, bellas, llamativas...seguiríamos escribiendo adjetivos y no acabaríamos de definir lo que sentimos ante las amapolas.
Habíamos madrugado mucho y el estómago nos pedía un descanso y reposición de fuerzas.
Pero era preciso buscar cobijo en la sombra de algún árbol.
Encontramos el lugar oportuno y nos pusimos a ello.
Tocaba seguir nuestro camino y ahora la vía del tren tomará protagonismo durante un tramo.
Caminaremos paralelos a ella y la cruzaremos por el puente que vemos en la foto.
Cruzamos a la otra parte y seguiremos paralelos a la vía otro tramo. Más adelante, la volveremos a cruzar dos veces más pero por debajo. La segunda vez para dejarla definitivamente.
Hemos cambiado de lado de la vía, pero el paisaje es el mismo.
Los cardos, acostumbrados a este ambiente, lucen magníficos.
El viento mece el cereal formando olas que semejan las de un mar, pero verde.
También en las cunetas del camino, las margaritas ponen un punto de belleza que nos admira.
"En mi pequeño huerto
Brilla la sonrosada margarita,
Tan fecunda y humilde,
Como agreste y sencilla."
Rosalía de Castro
“Por este camino, a través de
estos años, a estas horas precisamente, caminaba una mañana ardorosa de julio
el gran caballero de la triste figura; sólo recorriendo estas llanuras,
empapándose de este silencio, gozando de la austeridad de este paisaje, es como
se acaba de amar del todo íntimamente, profundamente, esta figura dolorosa. En
qué pensaba don Alonso Quijano, el Bueno, cuando iba por estos campos a
horcajadas en Rocinante, dejadas las riendas de la mano, caída la noble, la
pensativa, la ensoñadora cabeza sobre el pecho? ¿Qué planes, qué ideas
imaginaba? ¿Qué inmortales y generosas empresas iba fraguando?” (Azorín, "La ruta de Don Quijote").
Paisaje "ancho y plano como el pecho de un varón", sí, pero salpicado de lomas y colinas que sobresalen de la llanura, rompiendo la monotonía.
El camino pasa junto a la finca Casa Pina y la torre Chica, en la foto.
En la torre Chica, nos llamó la atención el palomar.
Las ovejas paciendo tranquilamente en la finca. Apenas alguna se percató de nuestra presencia e intentó apartarse un poco.
Cuatrocientos metros después, aproximadamente, cruzamos las vías por debajo. Frente a nosotros vemos la Torre Grande, finca vecina aunque no pasamos por ella...
...porque el camino gira a la izquierda.
“Mas ya, mientras nuestra
fantasía-como la del hidalgo manchego-ha ido corriendo, el paisaje ha sufrido
una mutación considerable. No os esperancéis; no hagáis que vuestro ánimo se
regocije; la llanura es la misma; el horizonte es idéntico; el cielo es el
propio cielo radiante; el horizonte es el horizonte de siempre como su montaña
zarca¸ pero en el llano han aparecido unas carrascas bajas; achaparradas,
negruzcas, que ponen intensas manchas rotundas sobre la tierra hosca.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
El camino sigue paralelo a la vía, pero la dejaremos definitivamente girando a la izquierda en este punto y dejándola ya definitivamente.
Apenas hemos cruzado las vía por debajo, un recto camino nos enfrenta a un grupo de casas. Sin llegar a ellas, giramos a la derecha.
Y en cien metros pasamos junto a la puerta de entrada de Los Crespos.
Los Crespos echando la vista atrás.
En esta parte encontramos el cereal más dorado, tomando ya el color que tendrá en verano.
“Liego vale tanto como eriazo; un
año las tierras son sembradas, otro año se dejan sin labrar, otro año se
labran- y es lo que lleva el nombre de barbecho-, otro año se vuelven a
sembrar. Así, una tercera parte de la tierra, en esta extensión inmensa de la
Mancha, es solo utilizada.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote).
No podían faltar las alegres y bellas campanillas. Se pregunta uno cómo siendo tan frágiles en apariencia son capaces de soportar los rigores de esta llanura.
Estamos llegando a Casas del Campillo, un grupo de casas que dejaremos a nuestra derecha.
Casas del Campillo.
“Decidme, ¿no comprendéis en
estas tierras los ensueños, los desvaríos, las imaginaciones desatadas del
grande loco? La fantasía se echa a volar frenética por estos llanos: surgen en
los cerebros visiones, quimeras, fantasías torturadoras y locas.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
“Son las doce de la mañana; el
campo es pedregoso; flota en el ambiente cálido de la primavera naciente un
grato olor de romero, de tomillo y de savia.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Nos toca caminar unos cien metros por la antigua autovía.
Apenas bajamos del puente, tomaremos un camino rural a la derecha. Los kilómetros que llevamos se van notando y ahora el sol aprieta un poco más.
La viña también ocupa parte de la llanura, como podemos ver aquí. Un solitario pino parece vigilarla. Tras la viña un campo de olivos.
“Pero el tiempo ha ido transcurriendo: son las dos de la tarde…El llano pierde su uniformidad desesperante; comienza a levantarse el terreno en suaves ondulaciones; la tierra es de un rojo sombrío; la montaña aparece cercana, en sus laderas se asientan cenicientos olivos.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Esta loma nos muestra que en su cumbre se levanta un vértice geodésico: el Buenavista (755 m).
“Yo extiendo la vista por esta
llanura monótona; no hay ni un árbol en toda ella; no hay en toda ella ni una
sombra; a trechos, cercanos unas veces, distantes otras, aparecen en medio de
los anchurosos bancales sembradizos diminutos, pináculos de piedra; son los
majanos; de lejos, cuando la vista los columbra allá en la línea remota del
horizonte, el ánimo desesperanzado, hastiado, exasperado, cree divisar un
pueblo.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Ya atisbamos en la lejanía la populosa e histórica población de Almansa con su castillo elevado sobre un enclave rocoso: el cerro del Águila. Y al fondo, el Mugrón (1209 m).
Solitaria en mitad del campo, esta encina nos atrae. Nos preguntamos qué tal llevará su soledad impuesta.
"La gracia cenicienta de la encina,
hondamente celeste y castellana,
remansa su hermosura cotidiana
en la paz otoñal de la colina."
Leopoldo Panero
También abundan los "abuelos o molinillos" del diente de león, que esperan el momento en el que una brisa los deshaga en múltiples molinillos que volarán libres hacia el infinito.
“Andáis una hora, hora y media;
no veis ni un árbol, ni una chacra, ni un rodal de verdura jugosa. Las urracas
saltan un momento en medio del camino, mueven nerviosas y petulantes sus largas
colas, vuelan de nuevo.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Tras descansar y beber bajos unos pinos, retomamos el camino y en medio de el, encontramos esta serpiente. En principio parecía que no estuviera muerta. Pero al comprobar que nuestra presencia no la intimidaba, nos dimos cuenta que tal vez la rueda de alguna bicicleta la pisara cerca de la cabeza.
En medio de este páramo sin sombra encontramos un humedal que aprovechaban un buen número de flamencos.
"El flamenco nadando en la laguna
entre el verde juncal, no es más gallardo:
espira un vago resplandor de luna,
tiene la fresca palidez del nardo."
Carlos Guido y Spano
Comprobamos que la desecación está muy avanzada. Desconozco si habitualmente esta zona se encuentra inundada.
Cruzamos un canal de sucias y pestilentes aguas.
Y ya tenemos a la vista el final de etapa. Pero como sucede siempre, cuanto más cerca parece estar y más ganas tenemos de llegar, más largo se hace el camino.
“En la Mancha, “una tirada” son seis u ocho kilómetros; “estar cerca” equivale a estar a una distancia de dos kilómetros; “estar muy cerca” vale tanto como expresar que aún nos queda por recorrer un kilómetro largo.” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
“Pero, lector, prosigamos nuestro viaje; no nos entristezcamos. Las quiebras de la montaña lejana ya se ven más distintas; el color de las faldas y de las cumbres, de azul claro ha pasado el azul gris. Una avutarda cruza lentamente, pausadamente, sobre nosotros; una banda de grajos, posada en un bancal, levanta el vuelo y se aleja graznando; la transparencia del aire, extraordinaria, maravillosa, nos deja ver las casitas blancas remotas; el llano continúa monótono, yermo. (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
Pasamos junto a esta casa de campo que mostraba este típico palomar.
“A nuestro paso, las picazas se levantan de los sembrados, revuelan un momento, mueven en el aire, nerviosas, su fina cola, se precipitan raudas, tornan a caer blandamente en los surcos…Y a las piezas paniegas suceden los viñedos.” (Azorín. "La ruta de Don Quijote")
Amapolas y diente de león en fraternal compañía. Bonito contraste de forma y color. La belleza se muestra de formas bien diferentes.
Pasamos junto a la depuradora. Es el último esfuerzo.
"...el llano continúa monótono, yermo. Y nosotros, tras horas y horas de caminata por este campo, nos sentimos abrumados, anonadados, por la llanura inmutable, por el cielo infinito, transparente, por la lejanía inaccesible. Y ahora es cuando comprendemos cómo Alonso Quijano había de nacer en estas tierras, y cómo su espíritu, sin trabas, libre, había de volar frenético por las regiones del ensueño y de la quimera. ¿De qué manera no sentir que un algo misterioso, que un anhelo que no podemos explicar, que un ansia indefinida, inefable, surge en nuestro espíritu? Esta ansiedad, este anhelo es la llanura gualda, bermeja, sin una altura, que se extiende bajo un cielo sin nubes hasta tocar, en la inmensidad remota, con el telón azul de la montaña. Y este ansia y este anhelo es el silencio profundo, solemne, del campo desierto, solitario. Y es la avutarda que ha cruzado sobre nosotros con aleteos pausados. Y son los montecillos de piedra, perdidos en la estepa, y desde los cuales, irónicos, misteriosos, nos miran los cuclillos…” (Azorín, "La ruta de Don Quijote")
El castillo de Almansa y el Mugrón, dos elementos identificativos y emblemáticos de esta población manchega. Nos encontramos ya a las puertas.
El Camino entra en Almansa por el Camino de la Columna.
Nos dirigimos hacia la rotonda y cruzaremos para entrar a la Calle Galileo.
Y es en la calle Galileo donde nosotros finalizamos esta etapa. Es tarde. El calor aprieta y tenemos sed y hambre y aquí hemos encontrado el Bar Rogelio, donde nos disponemos a comer. Esta etapa terminó. Seguiremos caminando.
“Lector: perdóname; mi voluntad es serte grato; he escrito ya mucho en mi vida; veo con tristeza todavía que he de escribir otro tanto. Lector: perdóname; yo soy un pobre hombre que, en los ratos de vanidad, quiere aparentar que sabe algo, pero que en realidad no sabe nada”. (Azorín, "La ruta de Don Quijote!)
La ruta en el mapa.
La ruta en Wikiloc.
Powered by Wikiloc
0 comentarios:
Publicar un comentario