CHÓVAR: MINA DE LOS CEJAS, EL SASTRE, MINA EL SOCAVÓN, BARRANCO DE AJUEZ (18/11/2023)
“Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio.” (Úrsula en “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez). Esta vuelta a Chóvar para realizar una ruta me ha retrotraído a hace ya la friolera de doce años, cuando en mi incipiente blog edité una entrada con una ruta que serviría de preparación para el 3er Encuentro Blogger Senderista. Es como si el tiempo hubiera dado una vuelta en redondo y estemos nuevamente al principio, como si nada hubiese pasado en todo este tiempo. Tal vez la vida sea eso, un comienzo prometedor que nos haga creer que vamos avanzando para que, con el paso del tiempo e irremediablemente, nos demos cuenta que hemos llegado al mismo punto de donde partimos. La vida es una círcunferencia: el principio es el mismo punto que el final.
Volvimos una vez más a Chóvar para impregnarnos de nuevo de Espadán, para que jamás se nos olvide lo que vivimos aquí, lo que disfrutamos, lo felices que fuimos siguiendo sus sendas y caminos... Se trata de una ruta que ya conocíamos en gran parte, pero con un corto tramo desconocido. El recorrido nos llevaría hasta dos minas ya abandonadas que nos hablan del pasado minero de algunos pueblos de Espadán. Se trata de la mina de Los Cejas (Los Sejas) y la del Socavón. Entre una y otra, pasaremos por el pico del Sastre para volver a Chóvar por el precioso barranco de Ajuez, sin duda uno de los más bellos de la sierra. Paso a contaros lo que vimos y vivimos en la ruta.
Llegamos a Chóvar “…en
el preciso instante en que los gatos dejaban de ser pardos.” (“La prueba del
laberinto”, Fernando Sánchez Dragó) y aparcamos en la explanada que se encuentra junto al cementerio en la entrada del pueblo si venimos desde Valencia.
No eludimos nunca la foto de grupo antes de empezar a andar. Es una costumbre que seguimos siempre.
De derecha a izquierda: Jaime, Emilio Romero y un servidor.
Como aquella primera vez que vine a Chóvar allá en agosto de 2011, me impresionó la cónica e iluminada cima del Bellota. En aquella ocasión era nuestro objetivo. No era así en esta ocasión, pero el Bellota siempre nos produce una atracción muy especial. Tiene para nosotros un cariño muy especial.
No nos olvidamos del Puntal del Aljub, que era otro de los objetivos de aquella ruta. Pero que en esta ocasión tampoco subiríamos.
Callejeamos por las silenciosas rúas de Chóvar, que aún dormía ajena a nuestra presencia.
Salimos a la CV-219 que seguimos unos metros.
Tras recorrer unos cien metros, dejamos la carretera por un camino rural que sale a la izquierda.
(foto de Emilio Romero)
Cruzamos enseguida un puente sobre el seco barranco del Carbón.
Seguimos por el camino unos trescientos metros, pero lo dejamos para seguir una senda empinada y con piedra suelta que sale a nuestra derecha. Este primer tramo hasta el collado del Pinaret coincide con el PR-CV 63.6.
Vamos subiendo por el sendero, entre encinas y alcornoques mientras vamos entrando en calor.
(foto de Emilio Romero)
"Hemos andado despacio, sin acabar nunca.
Salimos una madrugada, hace mucho, oh, sí, hace
muchísimo
Hemos andado caminos, estepas, trochas, llanazos.
Las sienes grises azotadas por vientos largos. Los
cabellos enredados en polvo, en espinas, en
ramas, a veces en flores.
Vicente Aleixandre
A medida que vamos tomando altura disfrutamos de un bonito panorama con el monte cubierto por un bosque de alcornoques, donde los tonos de verde dominan el paisaje.
"El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta;
las esmeraldas son verdes;
verde el color del que espera,
y las ondas del océano
y el laurel de los poetas."
Gustavo Adolfo Bécquer
Nos detenemos para disfrutar de las vistas y recuperar la agitada respiración que la fuerte subida nos produce. (foto de Emilio Romero)
“¡Qué
hermoso día!...Aire manso y tibio; cielo claro; las nubes replegadas sobre el
horizonte; el mar, azul, tendido, adormilado…, el bosque en silencio. ¡Qué
solemne tranquilidad! El paso del hombre no ensucia este cuadro grandioso y
puro.” (Conde de Laín en “El abuelo”, Benito Pérez Galdós,
Chóvar recibiendo los primeros rayos del día, empezando aún a desperezarse.
"Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil ruidos,
despertaba el pueblo."
Gustavo Adolfo Bécquer
Como nos sucede siempre en Espadán disfrutamos de la presencia de ejemplares de alcornoques que embellecen las sendas que transitamos.
La altura que vamos alcanzando nos hace ampliar el horizonte, que hacia el sur nos muestra excelentes vistas de la sierra Calderona, con alguno de sus picos más emblemáticos: Alt del Pi, el Sierro, Rebalsadors.
El sendero sale a una pista que seguiremos a la izquierda escasamente unos doscientos metros.
El tránsito por la pista nos ofrece de nuevo una perspectiva de Chóvar, pero ahora desde mayor altura.
Y también nos permite ahora una vista total del imponente Bellota.
Dejamos la pista para seguir de nuevo por el sendero, igual de empinado que el tramo que acabamos de hacer.
Nos tomamos la subida con calma y filosofía como no puede ser de otra manera.
(foto de Emilio Romero)
"Andando, andando.
¡Que quiero ver el fiel llanto
del camino que voy dejando!"
Juan Ramón Jiménez
Subir nos fatiga, pero lo hacemos con mucho gusto, acompañados de preciosos ejemplares de alcornoques, mucho de ellos descortezados para aprovechar su corteza fundamentalmente para fabricar tapones.
El camino sigue deleitándonos con estupendas vistas del Bellota y del Carrascal asomando tímidamente por la izquierda.
Algún alcornoque monumental nos obliga a detenernos para acariciarlos en un intento de comunicación especial que puede parecer absurda para la mayoría, pero entre alcornoques es fácil entenderse.
"Repasar
la corteza de un árbol experimentado es como acariciar la crin de un caballo
que uno monta a diario. Se establece una comunicación muy sobria (no
empalagosa, como suele ser la relación con un perro insoportablemente fiel)
pero lo bastante intensa como para que después uno la eche de menos cuando
vuelve al trajín de la ciudad.”
(Santiago, Mario
Benedetti, “Primavera con una esquina rota”)
Las viejas piedras que pavimentan aún algún tramo nos hablan de que transitamos por una camino antiguo, secular tal vez.
"Blanca senda, camino olvidado,
¡Bullicioso y alegre otro tiempo!
del que solo y a pie de la vida
va andando su larga jornada, más bello
y agradable a los ojos pareces
cuanto más solitario y más yermo."
Rosalía de Castro
El sendero pasa por el collado de Los Muertos.
De paso que descansamos un instante, aprovechamos para hacernos otra foto. Tenemos carrete de sobra.
Seguimos de nuevo por la senda que nos llevará hasta el collado del Pinaret.
Subimos acompañados siempre por bellos ejemplares de alcornoques.
Llegamos al amplio collado del Pinaret, con un panel informativo y un poste direccional. Aquí encontramos una encrucijada de caminos donde habremos de continuar por la derecha. Aquí dejamos el tramo de PR-CV 63.6 que hemos seguido hasta aquí.
“Cuando
tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón.
Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca.” (Popol Vuh)
Desde el collado divisamos en el horizonte, hacia el norte, la inconfundible cima del Bartolo y las Agujas de Santa Águeda.
Y, por supuesto el Puntal del Aljub, en cuya base nos encontramos.
El camino que seguimos es una carreterilla asfaltada. Caminaremos por ella algo más de un kilómetro.
La altura de la carreterilla que seguimos nos ofrece mirando hacia el este las grúas del puerto de Valencia.
“Cada vez que miraba el mar o el fuego era capaz
de quedarse horas callado, sin pensar en nada, sumergido en la inmensidad y la
fuerza de los elementos.” (El Alquimista,
Claudio Coelho)
También vemos Chóvar, hundido en medio de las montañas.
El camino desemboca en el puerto de Eslida. Cruzaremos la carretera para seguir por un camino que sigue a la izquierda.
Ésta es la dirección que seguiremos ahora. La paleta indica "Mina Los Sejas".
Seguiremos unos doscientos metros por este camino.
Junto a este poste nace la senda que nos lleva hasta la mina de Los Cejas (600 m.).
Tras visitar el paraje, volveremos hasta aquí para seguir nuestro camino.
Desde aquí, vemos al sur la Calderona y en el fondo del valle, la embotelladora de agua de Chóvar.
Llegamos al paraje de la mina de Los Cejas.
Vemos desde el pilón lo que fue la mina. No nos acercamos porque no tenemos intención de entrar, además de que el acceso no parece estar en buen estado.
Tras la visita, regresamos hasta el cruce para continuar dirección al monte del Sastre o Tarraguán como marca una estaca de madera.
De camino al Sastre, podemos divisar entre los pinos, a nuestra izquierda, algunas casas de la cercana Eslida.
La subida al Sastre nos hará esforzarnos un poco puesto que, aunque corta, tiene buena pendiente.
No podía faltar la vista hacia Penyagolosa si miramos hacia el norte.
Vemos en las cercanías de Penyagolosa un pueblo. Lo acercamos con el zoom de la cámara y comprobamos que es Castillo de Villamalefa.
Llegamos al punto que marca como "Pic de Tarraguán". En el mapa del IGN aparece como "Monte del Sastre".
Posamos en el punto más alto de la ruta (766 m.), como solemos hacer en las cimas que visitamos.
“Al
aroma de los pinos se mezcla el aroma de las sabinas, del espliego, del romero,
del enebro. En este aire sutil y fuerte de los paisajes levantinos y
castellanos, los aromas se expanden con toda su libertad, todo el paisaje es
aroma, todas las cosas que pasan por el monte, nuestras ropas, nuestros pies,
se impregnan de un sentido olor.” (Azorín, “Castilla”)
Nos detenemos también unos momentos para disfrutar de lo que vemos a nuestro alrededor.
En el valle del Palancia, acertamos a ver Soneja desde el Sastre.
A escasos metros de la estaca de madera encontramos este círculo de piedras que nos parece ideal como mesa para almorzar, que ya va siendo hora.
Aquí nos veis con ganas de hincar el diente a todo lo que llevamos.
Almorzar con estas vistas no tiene precio.
Tras el almuerzo hemos continuado nuestro camino por una tupida y bonita senda que nos dejará en le collado de la Nariz. Entre los pinos, tenemos una visión más amplia de Eslida.
Intentamos disfrutar de todo lo que encontramos en el camino, por sencillo que sea. Hemos visto muy pocas florecillas y éstas nos han llamado la atención. No hemos dudado en detenernos para disfrutar de algo tan sencillo y sutil.
“Esta flor vivirá
pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno. Será su vivir como un
día de tu primavera, como una primavera de mi vida.” (J. R. Jiménez, “Platero y
yo”)
De nuevo la omnipresencia de Penyagolosa.
El sendero desemboca en el collado de la Nariz. El poste nos guía: derecha.
Ahora seguimos por una ancha pista que nos dejará en el inicio de la senda en la cabecera del barranco de Ajuez tras un poco menos de un kilómetro y medio.
Llegamos a una nueva encrucijada con este poste direccional. Seguiremos el camino que sale a la izquierda en subida dirección a la Nevera y Castillo de Castro. Se trata del camino de las minas del Hembrar.
En una cerrada curva del camino encontramos las ruinas de la casa de Miguel Ten.
En este punto dejaremos el camino de las minas del Hembrar para introducirnos en el precioso barranco de Ajuez. Un pequeño hito marca el inicio de la ruta.
Al principio el camino es ancho pero se convertirá enseguida en senda.
En un punto de la senda un poste metálico nos indica el desvío a la mina del Socavón. Está muy cerca y vale la pena acercarse.
En el paraje encontramos un panel que nos habla de la historia y utilización de esta mina.
De ella se extraía cinabrio para la fabricación de mercurio.
En el exterior de la cueva quedan restos de dos cubetas que transportaban el mineral.
Ésta es la entrada de la mina. Unos barrotes metálicos impiden el paso. La primera vez que pasé por aquí, la boca estaba libre y se podía entrar. Ahora no se puede pasar.
Este es el interior de la mina.
Tras visitar la mina, retornamos al sendero y continuamos por el espectacular barranco.
En la foto, la punta de la Peña del Castellet, cima icónica de este barranco.
El rodeno junto con los alcornoques son el espectacular escenario que nos rodea en este último tramo de ruta. Las espectaculares vistas desde algún promontorio de rodeno nos obliga a detenernos y extasiarnos en su contemplación.
“Hoy, antes del alba, subí a las colinas,
miré los cielos apretados de luminarias
y le dije a mi espíritu: cuando
conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría
de todas las cosas que contienen,
¿estamos tranquilos y satisfechos?
Y mi espíritu dijo: No,
ganaremos esas alturas sólo para seguir adelante.” (Walt Whitman)
Altas paredes bordean ambos lados del barranco de Ajuez.
Cruzamos alguna pedrera, típicas en los montes de esta sierra.
Un pequeño grupo de senderistas nos hizo amablemente esta foto donde posamos junto a un bonito alcornoque, que sumado a los tres que posan hacen un número de cuatro.
En un recodo del sendero, algo escondida, se encuentra la fuente Fresca, que mana por una teja. No mana agua abundantemente, pero siempre la he visto con agua.
"¿Qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?"
José Agustín Goytisolo
“Es
que el bosque tiene ruidos extraños, modulaciones misteriosas que a veces
semejan llanto de niños, a veces risotadas de muchachas que anduvieran volando
entre el ramaje.” (Conde de Laín en “El abuelo”, Benito Pérez Galdós) (foto de Emilio Romero)
El sendero desemboca en el embalse de Ajuez. Un panel nos cuenta la historia de este antiguo embalse que recoge las aguas del barranco. Como se aprecia en la foto, tiene muy poca agua lo que evidencia la falta de lluvia que padecemos desde hace meses.
Apenas pasado el embalse, entramos de nuevo en Chóvar.
"Por las calles voy dejando algo que voy recogiendo: pedazos de vida mía venidos desde muy lejos."
Miguel Hernández
Paseamos por la bonita y tranquila Chóvar, donde respiramos paz y silencio.
"De todas las casas salen
soplos de sombra y selva.
En todas hay un clamor
de sangres insatisfechas."
Miguel Hernández
Y acabamos donde empezamos. A pesar de la excelente temperatura, estamos en otoño y las amarillas hojas de los árboles así lo atestiguan.
"¡Si mi alma fuera una hoja
y se perdiera entre ellas!"
Juan Ramón Jiménez
Otro ejemplo de lo que dije al principio es esta ruta: la vida es una circunferencia. Empezamos donde acabamos. Así es. Lo importante es saber sacar partido de lo que hemos recorrido, del camino realizado.
Supongo que te pasará a ti también, pero siempre que camino por Espadán lo hago con una sonrisa en la boca, y como bien apuntas, con un puntito de nostalgia de recordar nuestros primeros pasos por esta sierra que nos ha formado como senderistas, y también un poco, por que no decirlo, como personas. Tampoco hay que olvidar, que estos paisajes y senderos que hoy en día nos satisfacen tanto, tienen su historia de días duros, ya sea por diversos conflictos bélicos, o la obtención de recursos, como en este caso que nos muestras, las minas de Chóvar. El Barranco de Ajuez es una maravilla, hace tiempo que no lo visito, será cuestión de ponerle remedio.
Hola Emilio.
ResponderEliminarSupongo que te pasará a ti también, pero siempre que camino por Espadán lo hago con una sonrisa en la boca, y como bien apuntas, con un puntito de nostalgia de recordar nuestros primeros pasos por esta sierra que nos ha formado como senderistas, y también un poco, por que no decirlo, como personas. Tampoco hay que olvidar, que estos paisajes y senderos que hoy en día nos satisfacen tanto, tienen su historia de días duros, ya sea por diversos conflictos bélicos, o la obtención de recursos, como en este caso que nos muestras, las minas de Chóvar.
El Barranco de Ajuez es una maravilla, hace tiempo que no lo visito, será cuestión de ponerle remedio.
Un abrazo.