Seguidores

domingo, 13 de octubre de 2019

BUGARRA (12/10/2019).


Esta semana nos acercamos a Bugarra, pequeña población de Los Serranos, para realizar un paseo por su término que nos ayude a conocer un poco más esta comarca. He de decir que fue una ruta monótona, anodina... y que yo descartaría siempre y cuando tuviéramos una mejor alternativa. En este caso el recorrido, casi prácticamente por caminos rurales, no ofrecía ningún aliciente especial, agravado por el hecho de transcurrir por una zona azotada por incendios en diversas épocas. Aún así, siempre intentamos sacar cosas positivas hasta de las rutas menos interesantes.



El punto de encuentro de esta ruta en Bugarra era la playa fluvial junto al Turia. Llegué con mucho tiempo de antelación respecto al resto del grupo, lo que me dio margen para dar una vuelta por la zona disfrutando del silencio y la paz que reinaba en el lugar. Las nubes ensombrecían un poco el cielo (¿presagio de un día gris?) pero no siempre sale el sol en nuestra vida, ¿verdad?


Nada ni nadie rompía el silencio a esta temprana hora de la mañana. Yo tampoco lo iba a hacer, por supuesto.


Algún graznido de los patos criollos (patos verrugosos) y alguno silvestre, junto con el rumor del agua eran los únicos sonidos que rompían levemente el silencio del paraje, en el que se respiraba paz y sosiego.


Los patos se acicalaban en la orilla sin preocuparse lo más mínimo de mi presencia.
Intuirían seguramente que conmigo no corrían peligro.


Además de los patos criollos, éstos completaban el grupo.



Lo de patos verrugosos les viene por esas protuberancias rojas en el pico con aspecto de verrugas.


El río fluía, ajeno también a mi presencia, siguiendo su inexorable destino hacia el mar.


Unas pollas de agua estaban alejadas del grupo de patos. Buscaban alimento entre la hierba y eran más sensibles a mi presencia.


Apenas veían un movimiento de acercamiento hacia donde se encontraban, se lanzaban al agua saltando sobre ella, como la piedra que tirábamos de niños al río para que rebotara en la superficie del agua. A pesar de mi premura por captar esos rebotes rapidísimos, apenas pude capturar dos instantáneas de las cuales esta es la más aceptable.


Aunque la ruta nos dejó indiferentes y no nos agradó demasiado, como dije al principio, siempre tratamos de sacar cosas positivas hasta de las rutas más anodinas. En la que nos ocupa, una de esas cosas positivas fue el reencuentro con amigos que hacía tiempo que no veíamos. Eran preceptivos los saludos y puesta al día de cómo nos habían ido las cosas desde la última vez que nos vimos.


Tras el reencuentro y los saludos, la también preceptiva foto de grupo.
De izq. a der. de pie: Ana, Rafa Lafuente, Pedro, Rafa Sornosa, Jaime.
Agachados: Ricardo, Emilio Romero y un servidor.


Sabíamos de la brevedad y escasa dificultad de la ruta, lo que permitió una cierta parsimonia y relajación. Todo ello facilitaba la puesta al día entre los diferentes miembros del grupo.


Cruzamos el puente sobre el Turia, hacia el sur.


La corriente del río, su dirección, su inexorable destino, del que no puede escapar aunque lo deseara, nos lleva a recordar los célebres versos de Jorge Manrique y a relacionar inevitablemente su paralelismo con nuestro destino.

"Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos."


También buscando elementos positivos de la ruta, podríamos hablar de la belleza del brezo en flor del que encontramos numerosas matas preciosamente engalanadas adornando el pobre paisaje diezmado de vegetación por el fuego.


Hemos avanzado tranquilamente, sin prisa pero sin pausa. Miramos hacia atrás y obtenemos esta bonita vista de Bugarra.


(foto de Emilio Romero).
Caminamos siempre hacia adelante. Sabemos lo que dejamos atrás, pero desconocemos lo que nos encontraremos en el camino. Pero hemos de seguir siempre ajenos a lo que el futuro nos depara, pero... ¿esperanzados?.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
- La tarde cayendo está-

              Antonio Machado

Otro aspecto positivo que pude encontrar en la ruta es una buena cantidad de preciosos árboles. Árboles con edad, con experiencia, con la sabiduría que dan los años, dignos de pararse a mirarlos. Os muestro tres algarrobos que me hicieron detener. Como suele ocurrir, las fotos no hacen justicia de su porte en vivo.



¡Preciosos!


El camino ancho y cómodo nos permite una buena comunicación y una animada y variada conversación abarcando todo tipo de temáticas. Este podría ser otro aspecto positivo de la ruta a pesar de su escaso interés.


Cruzamos este puente de dos ojos sobre un barranco.


Avanzamos  por el camino de Cheste.


Evidentemente, en toda la ruta vemos restos de la humanización del paisaje. Campos de cultivo con olivos, algarrobos o almendros forman la mayor parte del paisaje. También vimos varios aljibes y restos de antiguos corrales.


Podría haber titulado la entrada: "Bugarra: el paraíso del brezo".


Brezo y romero, otra bonita combinación.

Como siempre, nos llegó esta vez también la tan deseada parada del almuerzo. No me explico muy bien el motivo, pero el caso es que es uno de los momentos que más solemos disfrutar en todas las rutas.




(Foto de Emilio Romero)

La verdad es que nos nos privamos de nada: cervecita, vino, frutos secos, fiambres ibéricos, dulce, café, chupito...y ¡cómo no!, risas, chascarrillos, proyectos, ilusiones...



Tras el descanso y la reposición de fuerzas (hoy hemos gastado más bien pocas), retomamos el camino y empezamos la vuelta a Bugarra. Seguiremos con la misma tónica: camino rural , campos de cultivo de secano, monte bajo arrasado por el fuego...En la lejanía, Villar del Arzobispo.


También nos gusta disfrutar de paisajes más austeros, de secano. En la variedad está el gusto.
A todo le podemos sacar encanto. La austeridad, para mí, también la tiene.


Preciosa mata de brezo.


Seguimos por sendero ahora, pero como se aprecia, por un paisaje desolado y poco vistoso.


En un punto, asoma en la lejanía Bugarra. Ya somos conscientes de que nos enfrentamos al último tramo de la ruta.


Nos vamos acercando y ya lo vemos mejor.


Otro precioso algarrobo.


Caminamos casi siempre entre campos de olivos, almendros y algarrobos, cómodos, descansados...


Paso tranquilo, distendido, anodino como la ruta. Vemos algún pino incluso.


Salimos a un tramo asfaltado del camino de Cheste a Bugarra, pero por muy pocos metros.


Bugarra se encuentra a los pies de la Peña Roja.


Enseguida dejamos el asfalto para salir a este camino paralelo al río.


Vemos ya el Turia en el mismo punto donde salimos esta mañana.


Bugarra, la Peña Roja, el Turia y el puente.


No quisimos irnos sin hacernos una foto con el Turia detrás nuestro. Su destino y el nuestro son inexorables. En cierto modo nos parecemos. Fluimos y caminamos inevitablemente hacia el final.
Me siento identificado con los ríos.


Nuevamente el río, en su inevitable viaje hacia el mar, nos recuerda que nuestra vida tiene un destino inexorable del que nadie escapa.


Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.

                                Federico García Lorca.



La ruta termina donde la empezamos, en la orilla del Turia. A posteriori, me doy cuenta que este es el punto más bonito e interesante de toda la ruta. Otro aspecto positivo ha sido conocer esta playa fluvial de Bugarra. Lo que comenté al principio: hasta de las rutas menos interesantes, podemos disfrutar y conocer lugares pintorescos. 


A estas horas el lugar está mucho más concurrido que a la mañana. Varios vehículos y sus ocupantes disfrutaban del entorno. He preferido no sacar fotos con los vehículos casi en la orilla por motivos obvios. Me doy cuenta que a mucha gente le cuesta caminar aunque sean cien metros. ¡Allá ellos! no saben lo que se pierden. 



Tras la ruta, fuimos a comer a la Casa Rural  Cortina, en el Camino de las Clochas, en medio del campo. Allí degustamos una paella (quien así lo quiso) o carne a la brasa.



Aquí tenéis el recinto.


Y aquí nosotros preparados para comer (foto de Emilio Romero).


Yo elegí paella.


No éramos los únicos que vinimos a comer.
¿Quién dijo que los perros y los gatos no se llevaban bien?


La ruta en el mapa.




La ruta en wikiloc.


Powered by Wikiloc


Película.


0 comentarios:

Publicar un comentario