En nuestro paseo volvimos a ver el precioso A Ponte Vella sobre el río Cabe, afluente del Sil, por el que saldremos mañana de Monforte.
"El dormir es como un puente
que va del hoy al mañana.
Por debajo, como un sueño,
pasa el agua, pasa el alma."
Juan Ramón Jiménez
Después del paseo, nos acercamos a comer a la Pulpería Os Chaos.
Por supuesto, el plato estrella de la comida fue el riquísimo "pulpo a feira".
Embarcadero de Santo Estevo.
Con la tarde libre pudimos acercarnos al embarcadero de Santo Estevo a unos diecisiete kilómetros de Monforte para realizar un crucero fluvial por los cañones del Sil, con catamaranes de la Diputación de Lugo.
El crucero tiene una duración de dos horas entre ida y vuelta.
"Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río."
Amado Nervo
A lo largo del paseo, podemos ver cómo las laderas de las paredes del cañón están tapizadas por viñas cuyas uvas dan origen a los vinos conocidos de la denominación de origen "Ribeira Sacra". La pendiente de los viñedos hace que la vendimia sea algo complicada. Tuvimos ocasión de comprobar que se necesitaba mano de obra para la vendimia.
Tras una buena cena en el restaurante Capitol, volvimos a nuestra litera del albergue Lemavo. A descansar que mañana toca etapa.
"Y decía
mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar."
Luis Gonzaga Urbina
Tocaba madrugar como se hace en el Camino. Ahora sí empezábamos esta segunda parte y la empezábamos con buen ánimo, esperando que todo saliera bien. Aquí posando para la posteridad en esta primera etapa.
Casi enfrente del albergue encontramos esta pasarela sobre las vías del tren que cruzamos para evitar una buena vuelta.
Frente a nosotros el conjunto monumental de San Vicente, formado por el monasterio de San Vicente del Pino (alberga el Parador de Turismo), la torre del homenaje y el Pazo de los Condes de Lemos.
Tras cruzar la pasarela sobre las vías, callejeamos por Monforte en busca de A Ponte Vella.
El silencio es casi total en esta pronta hora de la mañana.
Estas preciosas petunias moradas nos deseaban buen camino.
La vieira dorada nos va guiando por el interior de Monforte.
En la Plaza de España nos encontramos con este primer cruceiro de los muchos que veremos estos días.
Pasamos junto a la oficina de Atención al Peregrino.
A estas horas está cerrada. La visitamos ayer para poner el cuño en la credencial.
Y cruzamos A Ponte Vella. Como muchos puentes en España, se le supone origen romano, aunque en realidad la mayoría no lo son. Éste en concreto es de origen medieval. En la Edad Media se pagaba peaje por pasar por él. Hoy no tuvimos que pagar nada. Nos emociona pisar por monumentos con tanta historia.
“Recuerda que la vida es un puente y que nadie en su sano
juicio construye nada sobre los puentes.” (Fernando Sánchez Dragó, “El sendero
de la mano izquierda”)
Por debajo del puente, el río Cabe corre a vertir sus aguas al Sil, como un vasallo que rinde cuentas a su señor.
“…aunque nunca supe el nombre de aquel río del
cuento, lo que sí sabía es que las aguas de todos los del mundo vienen a dar al
mar y arrastran con ellas las lágrimas de quien llora en su orilla.” (Leonardo en “La Reina de las Nieves” de Carmen Martín Gaite)
Otro cruceiro nos despide de Monforte. Éste está situado delante del convento de las Clarisas.
Versión reformada y versión antigua de una misma balconada típica de esta zona.
En una rotonda en la salida de Monforte antes de enfilar la carretera Lu-P-3204, vemos este hórreo. También veremos muchos a lo largo de estos días. Algunos están bien conservados; otros, sin embargo, el paso del tiempo acabó con ellos de una manera drástica.
Enfilamos ahora una carretera local que seguiremos durante un buen trecho.
Pasamos por delante del cementerio de Monforte. Iba a decir que el silencio reinaba a estas horas en él, pero es evidente que pasa lo mismo a cualquier hora del día.
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!"
Gustavo Adolfo Bécquer
Aproximadamente sobre el kilómetro cinco cruzamos otro río, en este caso el Cinsa, afluente del Cabe.
Nos encontramos en la Ribeira Sacra y aquí el vino es "sagrado".
En la foto, unos buenos racimos granando para ser recogidos en breve.
También nos vamos a encontrar con muchas higueras. Más de uno aprovechará los higos más maduros para dar un bocado ante la ausencia de bares donde poder almorzar.
"Se van los años cada vez más breves,
con rosas primavera, con los trigos
el verano, el otoño con los higos
y el negro invierno con las blancas nieves."
Miguel de Unamuno
Aproximadamente cerca del kilómetro seis pasamos por A Vide, donde fotografiamos su parroquia dedicada a San Cipriano. Además, tiene un bonito cruceiro y el cementerio anejo, como es habitual en las iglesias gallegas.
A pesar del asfalto, los robustos robles o los majestuosos castaños repletos de castañas acompañaban nuestro caminar haciéndonos olvidar del alquitrán que pisábamos.
Como comenté al principio, el camino está muy bien señalizado. En cada cruce un mojón nos guía y nos informa de la distancia que nos falta para llegar a Santiago.
Seguimos ahora un buen trecho hasta la parroquia de Moreda. Al parecer "...el camino antiguo no seguía la carretera sino que iba a la derecha de ésta, entre un pequeño robledal hacia A Lagoa. Pero como bien indica la toponimia, atraviesa una zona que sobre todo en invierno y primavera suele estar anegada y casi impide el paso. Por ello, se recomienda seguir la carretera 3204." ("Guía Camino de Invierno a Santiago", Aida Menéndez Lorenzo)
Preciosos los robles durante todo el camino. Ahora muestran su fruto, que con la llegada del otoño empiezan a caer del árbol.
Una delicia caminar entre los fuertes robles.
"Se tú como ese roble: que la herida
que abra en tu pecho el dardo de la suerte
sin causarte escozor sane enseguida."
Julio Flórez
En este punto, el mojón nos manda por la derecha y nos llevaría a Os Campos para volver luego a la carretera por la que vamos. Por ello, decidimos seguir la carretera y ahorrarnos unos metros.
A nuestra derecha fotografiamos la iglesia de San Salvador de Moreda.
Junto a la carretera, aproximadamente en el kilómetro nueve, un espacio que parece concebido para actos festivos porque aparece un escenario, encontramos un mural dedicado al Camino de Invierno y decidimos hacernos una foto de grupo.
En el mismo espacio encontramos este sencillo crucero. A partir de aquí tenemos una subida hasta el lugar de A Broza.
El esfuerzo de la subida se hace notar y el corazón se acelera y los pulmones reclaman más oxígeno. Y nuestra cabeza se enreda en meditaciones y otras disquisiciones que te llevan a diferentes conclusiones.
“La vida es un tránsito; el mundo es una sala de
espectáculos; el hombre entra en ella, mira y sale.” (Demócrates)
El grupo gestionando la subida como buenamente puede.
Y más viñas, en este caso con uva negra (mencía).
Y otra higuera plagada de higos maduros que están diciendo cómeme. Y eso hicieron.
A Broza.
Como casi todos los lugares por los que pasamos, las parroquias están formadas por conjuntos de muy pocas casas e incluso dispersas. Apenas vimos lugareños a nuestro paso por ellas.
Junto al camino también descubrimos un membrillero. Durante estos días, de postre, tomamos varias veces queso con membrillo casero. ¡Riquísimo!
De vez en cuando nos detenemos antes las flores. Las flores representan la belleza, pero también la sencillez. No necesitan aparentar para mostrar lo que son. Lo que uno es no necesita demostrarlo, se aprecia a simple vista.
"¡No me esperes si me esperas,
Rosa más linda que todas!…
La tierra se va cansando…
El corazón quiere sombra…"
Rosa María Loinaz
Seguimos nuestro camino en subida, ligera, pero subida al fin y al cabo. Y no dejan de maravillarnos las castañas que llenan los enormes y majestuosos castaños.
Aparte de la belleza propia de robles, castaños, olmos...también es de apreciar la sombra que nos protege en muchos tramos del camino.
Pasamos un pequeño regato, el río de Carabelos.
Nos llamó nuestra atención también esta planta de lúpulo. Se utiliza en la elaboración de cerveza para dotarla de ciertas características que la malta de cebada no tiene (amargor, estabilizador de espuma, estimulación del apetito...).
Enseguida, junto al camino, llegamos al Pazo de O Reguengo, una de las numerosas casas solariegas que encontramos en el municipio de Pantón, la mayoría de ellas construidas entre los S. XVIII y XIX.
Un muro de piedra bordea el terreno del pazo y lo seguimos durante un buen trecho.
Unos seiscientos metros después de pasar la entrada al pazo el camino da un giro a la izquierda y deja la carretera y llegamos al pequeño pueblo de San Lourenzo.
Nos gusta ver ejemplos de arquitectura popular porque nos impresiona pensar que eran capaces de construir sin necesidad de haber estudiado la carrera de arquitectura: la práctica hace maestros.
El camino transcurre por una tupida carballeira que nos cobija del inclemente sol.
Llegamos a Castrotañe, formado por un pequeño grupo de casas como puede verse en la foto.
Como dije antes, es la tónica de todos los lugares por los que vamos pasando.
A la salida de Castrotañe, uno de los muchos bancos para el descanso de los peregrinos que encontramos en muchos puntos del camino, aunque paradójicamente, no nos sentamos en ninguno. El mojón que se encuentra a su lado marca 124,242 km hasta Santiago. ¡Ya queda menos! pensamos.
Y otro precioso y frondoso tramo de carballeira.
Los helechos y el musgo son también compañeros de viaje y llenan los bosques y orillas del camino, haciendo nuestro peregrinaje más ameno.
Entramos en Piñeiro. Misma tónica que en las anteriores aldeas.
A la salida de Piñeiro encontramos esta fuente con abrevadero y nosotros abrevamos. El calor apretaba y no habíamos parado para nada. La fresca agua de la fuente nos reconfortó quitándonos la sed y refrescando nuestras cabezas.
"A la fuente del amor,
piedra vieja entre altas rocas
-cita eterna, tarde roja-,
vengo con mi corazón."
Juan Ramón Jiménez
Nos detenemos un momento antes las originales flores de esta hiedra común (Hedera helix).
El camino presenta en tramos un suelo rocoso. Esas piedras que asfaltan el suelo sean de la calzada romana que llevaba desde Monforte a Belesar.
Y seguimos nuestro precioso camino entre robles. Una delicia caminar por lugares así a los que los turistas no tienen acceso.
Precisamente pienso, en caminos así, que a estos lugares sólo se accede pisando el terreno, con tu esfuerzo, tu voluntad...Aquí no llegan los coches. Si deseas disfrutar de entornos así, lo has de hacer a pie, caminando...
“Un paisaje se
conquista con las suelas del zapato, no con las ruedas del automóvil.” (William
Faulkner)
El camino nos pasa por O Camiño Grande
Nos llamó la atención este original espantapájaros.
Las Hortensias crecen de manera extraordinaria en Galicia. Es una delicia ver la espectacularidad que llegan a alcanzar. Ésta es una de las más sencillas que veremos.
Tras pasar O Camiño Grande enlazamos con la carretera LU-P-4112 que seguimos hacia la derecha dirección a A Barxa.
¿Qué os parece ese bonito color amarillo de esta flor de diente de león entre tanto verde? ¿No es para detenerse unos momentos a disfrutar? El camino no sólo es caminar, está lleno de multitud de detalles que hacen del camino todo un espectáculo. Nos emociona la soledad en la que se encuentra.
"-¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?
Díme, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?"
Manuel Acuña
Pasamos por A Barxa.
En un prado pace este burro. No es físicamente como el poético Platero de Juan Ramón, pero no podemos evitar acordarnos de él.
"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva
huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro."
Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo"
A setecientos metros de A Barxa se llega al cruce que une la carretera que va de Escairón a Ferreira y que nos conduciría hasta Diamondi donde teníamos previsto pernoctar, pero nos enteramos que en Diamondi no había dónde comer, ni cenar, ni desayunar. Además el albergue de la Xunta no dispone de menaje ni vajilla con lo que no podríamos comer allí. Por ello tomamos la decisión de dirigirnos a la casa rural Torre Vilariño, a donde llegaríamos si seguíamos la carretera a la izquierda unos cuatrocientos metros.
Torre Vilariño.
Poco más tarde de las doce de la mañana llegamos aquí, sedientos y acalorados.
Lo primero que hicimos fue hidratarnos con una cerveza fresca.
Tras una reparadora ducha nos tocaba comer y lo hicimos muy bien. Aquí nos veis padeciendo. Es muy dura la vida de peregrino. Hay que vivirlo para saberlo.
Éste fue mi plato de pulpo guisado. Sabrosísimo.
Tras la comida vino una reparadora siesta. Y después de la siesta, la dueña de Torre Vilariño nos instó a que visitáramos el mirador de "Cabo do Mundo 2", sobre un meandro que el río Miño hace cerca de la casa rural, a un kilómetro y medio exactamente, y por el que pasaremos mañana en otro crucero en catamarán por el Miño.
Salimos de Torre Vilariño por el camino que habremos de seguir mañana para enlazar con el camino oficial, pero que ahora también nos llevará hasta el mirador. De camino, disfrutamos de bellos ejemplares de roble como el de la foto.
Muy cerca de Torre Vilariño se encuentra el Pazo de Arxeriz que alberga un Ecomuseo de carácter histórico-etnográfico que al parecer merece mucho la pena ver, pero justamente los martes está cerrado. En la finca que rodea el Pazo se encuentra también el Castro de Arxeriz desde el que se disfruta de excelentes vistas sobre el Miño y que tampoco pudimos visitar.
En la finca vimos también algunos ejemplares de llamas.
El camino al mirador pasa junto a la iglesia de San Lourenzo de Fión, de origen románico. Tiene adjunto también el cementerio.
Y llegamos al mirador de O Cabo de Mundo 2, desde el que podemos contemplar una de las vistas más espectaculares del meandro que el Miño describe en este punto y que mañana recorreremos por debajo en un crucero por el río. (Foto de José Pascual)
Desde el mirador también es posible contemplar las vides cubriendo las verticales laderas de la ribera del río sobre bancales.
Como corresponde ante semejante monumento natural, era preceptivo hacerse una foto.
Un amable visitante del mirador nos hizo esta foto de grupo, pero ese día no tenía fino el punto de mira y dejó a Salvador fuera de imagen.
Tras disfrutar de las excepcionales vistas, vuelta a la casa rural.
Volvemos a pasar junto a la iglesia de San Lourenzo de Fión y su cementerio adjunto.
Regresamos a Torre Vilariño donde sólo nos esperaba la cena y el descanso para reponer fuerzas para la larga etapa del día siguiente.
Torre Vilariño es una Casa Rural con mucho encanto en la que estuvimos muy a gusto y muy bien tratados. Hicimos bien en tomar la decisión de venir a pernoctar aquí. Todo un acierto.
Hola Emilio.
ResponderEliminarMe alegra un montón verte de nuevo en modo peregrino 😉.
Como de costumbre, muy bien narrada la ruta, con todos sus entresijos.
Aprovecho para comentarte unas cositas, ya que este reportaje me ha traído muy buenos y recientes recuerdos, ya que este pasado mes de julio estuvimos una semana por Galicia, conociendo algunas de sus sierras, y entre ruta y ruta también sacamos tiempo para visitar algunas ciudades, entre ellas Monforte de Lemos, que a nivel monumental me gustó bastante. Pero más me gustó el viaje en catamarán por los Cañones del Sil, me fascinó, paisaje (espectacular) aparte, toda la logística necesaria para recolectar la uva de esas verticales laderas. Una pasada.
Estaré atento a las siguientes entradas.
Un abrazo.