¿Qué no hará en nosotros un viaje hecho a plena conciencia? Un viaje hecho con todos los sentidos, incluso un viaje que diste mucho del misticismo, puede transformarnos profundamente y enriquecer nuestros sentidos ampliamente. (“El Camino Mágico de Santiago”, Xosé Azofra Carballo)
Esta etapa nos lleva desde Bielva hasta Cicero en una ruta prácticamente sin desniveles en los trece primeros kilómetros hasta Burió que transcurren por la carretera CA-282. A partir de Burió dejaremos el camino oficial para retomarlo un poco más adelante. Justo junto a la iglesia de Santa Juliana un lugareño nos habló de un atajo que partía desde allí mismo pasando por Los Pumares. Decidimos hacerle caso. Desconozco lo que hubiera sido hacerlo por el trazado oficial, pero os puedo asegurar que esta variante tiene una fuerte subida que hicimos con esfuerzo hasta volver a salir a la CA-282 a unos tres kilómetros después de haberla dejado. Desde aquí seguimos por la carretera un kilómetro más donde volvemos a enlazar con el trazado oficial. Desde aquí seguimos la carretera otros ochocientos metros para dejarla por un camino que en bajada nos dejará en Cicera, en la puerta del albergue. No encontramos bar en el recorrido, salvo si nos desviamos hasta Quintanilla para luego volver al camino. En la etapa pasamos por Puente del Arrudo, Sobrelapeña, Burio, Los Pumares y Cicera.
DATOS DE LA ETAPA
- 18,02 km.
- 645 m. desnivel positivo.
- 329 m. desnivel negativo.
- 4h. 1 min. tiempo en movimiento.
- 4h. 40 min. tiempo total.
Anoche también llovió. El cielo permanecía nublado, pero no llovía cuando salimos, a una pronta hora, como siempre y sin haber desayunado puesto que en la Posada de Bielva no daban desayunos hasta las nueve de la mañana, demasiado tarde para esperar. Buscar dónde hacerlo se convirtió en un objetivo primordial, pero lo conseguimos a medias. Leed y lo sabréis.
Salimos de Cicera como los ladrones, escondidos en las sombras.
Apenas las primeras luces asoman entre las montañas. La luz es escasa. Hay menos luz que lo que parece en la foto.
Bajamos por la carretera que ayer evitamos para subir a Bielva por los trescientos escalones.
Llegamos al puente del Arrudo que cruza el Nansa y que también cruzamos ayer, pero en sentido contrario.
El río Nansa a su paso por debajo del puente del Arrudo.
Puente del Arrudo.
Se construyó en los años veinte y sustituyó a otro de madera.
“Recuerda que la vida es un puente y que nadie en su sano
juicio construye nada sobre los puentes.” (Fernando Sánchez Dragó, “El sendero
de la mano izquierda”)
Seguimos por la CA-856 unos nueve kilómetros. Pasamos por el Ayuntamiento de Cades.
Las nubes amenazan con dejar caer su carga. Alguna gota notamos.
Por carretera, pero rodeados de naturaleza por doquier.
Pasamos junto a la fuente del Argayo.
LLegamos a un mirador, el mirador de la Palombera, sobre el río Nansa en su confluencia con su afluente el Lamasón.
Aprovechamos el mirador para realizarnos la preceptiva foto de grupo.
Vistas hacia el valle de Rionansa con el río Nansa, que aquí confluye con el Lamasón.
Paisaje brumoso en el que las nubes no acaban de disiparse.
"Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta."
Antonio machado.
Los omnipresentes eucaliptus en formación militar.
Anda que andarás...
Grandes y monumentales castaños también omnipresentes en todas las etapas.
En un momento pudimos captar un ligero arcoiris.
El buen compañerismo consiste muchas veces en callar, en respetar el laconismo del otro, en comprender que eso es lo que el otro necesita en esa precisa y oscura jornada, y entonces arroparlo con nuestro silencio, o dejar que él nos arrope con el suyo, pero, y este pero es fundamental, sin que ninguno de los dos lo pida ni lo exija, sino que el otro lo comprenda por sí mismo en una espontánea solidaridad.” (Santiago, Mario Benedetti, “Primavera con una esquina rota”)
"A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas"
Mario Benedetti
Hemos quedado impregnados de verde para mucho tiempo.
Entramos en el Ayuntamiento de Lamasón. Nos detenemos en la fuente a beber y cargar boterllas.
Las altas montañas cada vez más presentes. Es evidente que estamos en las primeras estribaciones de los Picos de Europa.
Las nubes cubriendo los Picos de Ozalba.
Aguas del río Lamasón en su carrera inexorable a su confluencia con el Nansa.
"Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río."
Antonio Machado
Seguimos adelante por la carretera. La lluvia nos está respetando hasta ahora.
Junto a la carretera este improvisado altar.
Aquí dejamos la CA-856 para seguir por la CA-282.
El camino oficial sigue hacia Sobrelapeña, pero si queremos almorzar deberemos desviarnos a Quintanilla para luego volver al camino. En nuestro caso, la mitad del grupo lo hizo. La otra mitad seguimos el camino.
Aguas del río Lamasón, que desemboca poco más abajo en el Nansa y que dejaremos de ver a partir de aquí.
"El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta;
las esmeraldas son verdes;
verde el color del que espera,
y las ondas del océano
y el laurel de los poetas"
Gustavo Adolfo Bécquer
Arroyo de Lafuente
Entramos en Sobrelapeña.
Aquí no hay bar y es donde nos informaron que en Quintanilla había. Pero dado que teníamos que desviarnos para ir allí, la mitad del grupo decidimos seguir, aunque fuéramos en ayunas. A la otra parte del grupo le pudo más el hambre y se desvió. Lo ideal habría sido dhacerlo en el cruce que vimos medio kilómetro antes para ir hasta Quintanilla.
A falta de pan...buenas son flores.
¡Qué preciosidad! ¡Qué perfección!
Obra maestra de la naturaleza. Preciosa esta dalia.
"¿No viste por el aire transparente
una dalia de penas y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?"
Federico García Lorca.
En una pequeña loma distinguimos la iglesia de Santa María de Sobrelapeña.
Seguimos por la carretera...
...disfrutando del paisaje que nos rodea.
Nos acercamos a Lafuente.
En Lafuente nos detenemos a disfrutar de la belleza de la iglesia de Santa Juliana.
Como dice un panel informativo esta iglesia construida en el S. XII constituye el mejor ejemplo del románico en la comarca Saja-Nansa.
Detalles de la puerta principal y de la lateral.
Dejaremos el trazado oficial para seguir por un atajo que nos comentó un lugareño. Volveremos más adelante de nuevo al trazado oficial.
Pasamos por Los Pumares.
Bonitas balconadas siempre adornadas con flores.
Desde Los Pumares iniciamos una fuerte subida por una pista cementada. Sin duda se trata del tramo más duro de la etapa por su fuerte desnivel. Es aproximadamente un kilómetro y medio de subida pero que se nos hizo eterno.
Menos mal que paramos algún momento para recuperar la respiración y se nos iba el cansancio disfrutando del paisaje. Lafuente en el centro de la imagen. Se aprecia la altura alcanzada.
Cada rampa subida se endurecía más en la siguiente.
Encontramos en medio del camino algunas vacas que nos miraban recelosas.
Alcanzamos la CA-282 que dejamos en Los Pumares unos dos kilómetros más arriba.
Y seguimos por la derecha un kilómetro.
Aquí volvemos a enlazar con el camino Lebaniego que ya no dejaremos hasta Cicera.
Seguiremos por la carretera disfrutando del paisaje que nos rodea que nos hace olvidar que transitamos por asfalto.
A unos ochocientos metros de haber enlazado de nuevo con el Camino Lebaniego dejaremos la carretera para continuar por la izquierda por un camino rural hasta Cicera.
Bonitas vistas las que nos ofrece el camino.
Ya tenemos a la vista los tejados de Cicera.
El cráneo de una vaca. ¿Estaremos entrando en territorio comanche?
Cada vez más cerca del final de etapa.
Más vacas en el camino. Parece un toro el que está sentado en medio del camino y a los que no somos toreros nos impone un poco. Pero le echamos valor y seguimos adelante como si no estuviera.
Al parecer no era un toro. Era una vaca y no estaba sola.
Sorteamos la cerca que impide al ganado que se escape y recorremos los últimos metros de la etapa de hoy.
Entrada por el Camino Lebaniego a Cicera.
Bonita entrada al pueblo. Si hay algo que disfrutamos mucho es entrar en un pueblo caminando desde lejos por viejos caminos. Es un placer y una satisfacción difícilmente descriptible.
Apenas entrados en el pueblo, el camino nos deja en la puerta del albergue. Hemos venido rápidos, más teniendo en cuenta que no hemos parado para nada. Son las doce de la mañana. En apenas cuatro horas y media hemos hecho los dieciocho kilómetros de la etapa. Correr tanto hace que lleguemos antes de la apertura del albergue. Nos va a venir bien para ir al bar y tomar algo hasta la hora de comer ya que hemos pasado toda la mañana sólo con agua.
Fachada del albergue de peregrinos de Cicera.
Bonito mural en la pared lateral del albergue.
Callejeamos buscando el bar Refugio de Otto, único bar en el pueblo.
De camino disfrutamos de la arquitectura rural del pueblo, con la belleza y buen gusto que la caracteriza.
Tras alguna que otra cerveza y comer algo volvemos al albergue a dejar mochilas y ...la necesaria ducha antes de comer. Ésta es nuestra habitación.
Tras la ducha preceptiva, volvemos al Refugio de Otto para comer.
Fuimos muy bien atendidos y comimos de maravilla.
Tras la comida vuelta al albergue y colada y descanso también preceptivos.
Tras el descanso, una vuelta por el pueblo.
Mirad la fachada del albergue después de la colada.
Paseando por las tranquilas calles de Cicera comprobamos que hay casas solariegas con mucha antigüedad.
Y las típicas casas con sus típicas balconadas de madera y tan exquisitamente adornadas con flores variadas y muy vistosas.
Los gatos también forman parte del escenario rural que estamos disfrutando.
Quedamos muy sorprendidos al ver este enorme peral. Nunca habíamos visto un ejemplar de peral tan alto.
Otra tarea a realizar era concretar el desayuno del día siguiente puesto que el albergue no ofrece desayunos y el Refugio de Otto no abría lo pronto que a nosotros nos gustaría. Para ello nos acercamos al Hotel Rural El Molino.
Después de concretado el desayuno del día siguiente seguimos haciendo tiempo callejeando hasta la hora de la cena.
Iglesia de San Pedro de Cicera (S. XVIII).
Esta es la entrada al edificio que se encuentra enmarcada por un arco de medio punto con dovelas cajeadas, a ambos lados pilastras cajeadas sostienen un entablamento que sostiene un frontón triangular.
Otra preciosa dalia bicolor nos tuvo absorto unos minutos admirando las pequeñas pero grandes cosas que la naturaleza es capaz de hacer.
“La Naturaleza es
grande en las grandes cosas, pero es grandísima en las más pequeñas.” (Jacques
Henri Bernardin de Saint Pierre)
Y antes de ir a cenar nos entretuvimos contemplando esta bucólica imagen de las vacas paciendo cómodamente en la ladera de la montaña.
Ahora sí. Ya es hora de cenar y nos esperan en el refugio de Otto y no queremos hacerle esperar.
Sencilla pero contundente y sabrosa cena que nos preparó Grego, al que quedamos muy agradecidos.
Tras la cena regresamos al albergue. Ahora a dormir que mañana toca de nuevo madrugar un poco, aunque ya nos queda menos.
Una nueva etapa nos espera. El Camino es así, siempre hacia adelante, la vuelta atrás no se contempla.
"Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto."
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